Ante el asesinato del candidato priísta al gobierno de Tamaulipas, Rodolfo Torres Cantú, el presidente ha dicho lo que siempre dice.
Por supuesto, a los políticos les gusta hablar; hay quienes saben hacerlo, aquellos que pueden hacer hervir la sangre, prender la chispa para un movimiento de las voluntades populares, necesarias a todas luces de una profunda renovación moral (término desacreditado por el palurdo de Miguel de la Madrid, pues ese fue su lema de campaña). Para ser breves: hay políticos que pueden mover a un país con su discurso. Calderón no. Hemos ya hablado sobre la precaria capacidad del presidente para interesar a la gente. Su discurso suena cansado; repite desde la saciedad hasta el hartazgo.
“Convoco a todas las fuerzas políticas del país […] a que demos juntos una respuesta unida y firme frente a quienes atentan contra la vida democrática […] ".
Él no es la democracia; puede creerse y defenderse a la democracia como forma de Estado que, a través de un gobierno federal, republicano y presidencial, logra que las decisiones del poder sean legítimas, esto es, tengan la anuencia mayoritaria del pueblo, sin creerle ni defender a su gobierno. Es más, algunos dirían que la presidencia de Calderón (la cual, según el mismo Tribunal Electoral, la mayoría de los mexicanos no lo quiso como presidente) y la democracia son excluyentes.
Llama a las fuerza políticas a dialogar sobre los desafíos que México enfrenta. ¿Qué no discutían ya sobre los desafíos del presente? ¿De que hablaban entonces? ¿De los desafíos que México enfrentó en la Guerra de los Pasteles?
"Por eso convoco también a la sociedad […] (para que) podamos crear juntos un frente común contra quienes pretenden imponer su voluntad por encima de la ley […] Es un momento de unidad y decisión para defender a nuestras instituciones representativas".
Cada convocatoria es más sosa que la anterior. Y uno de los problemas es que insiste en identificarse (no le queda de otra, en realidad) con “los buenos”, “los democráticos”, cuando tal discurso resulta chocante, porque divide al país, y juzga a los críticos del gobierno; “no importa que la clase política sea de criminales (usualmente de cuello blanco; del tráfico de influencias y de los porcentajes, pero también de la arbitrariedad y la muerte), tú debes defenderla, so pena de ser apologista de los narcotraficantes.
¿Cuáles instituciones representativas? Porque si alguna nos representa, ya no digamos que es momento de defenderla; es momento de dar la vida por ella. De verdad, piénsese con atención: ¿Qué institución vela por la mayoría?
La fuerza del gobierno, bien aplicada, puede contener; empero, la solución escapa al uniforme militar. La raíz es familiar; el problema es educativo, es de la salud de la sociedad; en lo que a esto concierne, los políticos, al igual que los narcotraficantes, apestan a lo mismo: están infectos de buscar dinero a como de lugar.
Enlace:
[] Noticia: FCH pide frente común contra la delincuencia.