El Instituto Federal Electoral, por segundo año, ha decidido realizar el concurso “una rola por la democracia” . Este es un ejemplo más de todas esas formas de manifestación social que la autoridad de forma benevolente y comprensiva nos ofrece para expresarnos y desahogar todas nuestras quejas contra ella, sin por supuesto causarle la mínima incomodidad. Porque como vivimos en democracia, tenemos que ver en la ley la forma en que la autoridad nos da permiso para reclamarle algo.
“Objetivo del concurso: invitar a los jóvenes a crear e interpretar una canción […] que refleje la convivencia democrática en situaciones cotidianas con la familia, amigos y/o compañeros de clase o de trabajo”.
El bello mensaje de que la vida democrática es la mejor en todo nivel de relación interpersonal sólo es eclipsado por la prohibición tácita de hacer referencia a la vida democrática en nuestro gobierno; de hecho, más adelante, la convocatoria prohíbe “atacar a cualquier persona pública o privada” (suponemos no es democrático criticar a los agentes contrarios a la democracia), aunque eso sí, hay disposición expresa que permite el envío de letras en alguna lengua indígena para las categorías como pop o rock (¿Y no es esa la democracia que nos dan? ¿hacerlos sentir a todos iguales, sin necesariamente ponerlos en igualdad?).
Ahora, que si lo que queremos es reclamarle a las instituciones gubernamentales, podemos realizar una marcha; la marcha nos permitirá desahogar nuestra impotencia y nuestra ira en una larga caminata, protegidos por policías que nos cuidarán para que accidentalmente no quebrantemos la ley, por ejemplo si tratamos de hacer algo que realmente pueda forzar a las autoridades a satisfacer las demandas de la gente. Incluso se han hecho propuestas para reglamentar las marchas en el Distrito Federal, lo cual es lógico, pues al ser una actividad de la cual se ha apropiado el gobierno (al hacernos creer que así se solucionan los problemas), ahora le corresponde decirnos la mejor forma de marchar, para causarle las mínimas molestias sin quitarnos la estúpida satisfacción de haber hecho algo (in)útil.
Pero si hablamos en serio, y lo que queremos es alejarnos de los métodos aprobados por el gobierno, lo que podemos hacer es elegir una acción cualquiera e inventarnos un nexo causal con el objetivo que tenemos. Por ejemplo, si se cierra una vialidad (como el bloqueo realizado hace unos días a la altura de la Facultad de Filosofía en Ciudad Universitaria) y se le ocasiona un daño a la comunidad estudiantil (que muy en su derecho está de ir exclusivamente a estudiar), seguramente el efecto será la libertad de un preso político. Y si no se logra, al menos se tendrá la estúpida satisfacción de haber hecho algo (in)útil.
Hace mucho que estos métodos ya no funcionan. Funcionaron mientras fueron novedosos, mientras estuvieron ajenos al sistema del poder político. Ahora, estas formas han sido absorbidas, ordenadas y hasta controladas por aquellos contra los que se protesta, y la insistencia en usar estos métodos sólo fortalece a aquellos que se pretende presionar, pues les da la apariencia de estar “abiertos a la crítica” y respetar el derecho a los demás para expresarse. El participar en este tipo de cosas sin embargo, tiene una utilidad: puede hacer que nos demos cuenta de lo inútil y ocioso de esas técnicas, y alentarnos a buscar nuevas maneras de organizarnos y lograr nuestros objetivos.
“Objetivo del concurso: invitar a los jóvenes a crear e interpretar una canción […] que refleje la convivencia democrática en situaciones cotidianas con la familia, amigos y/o compañeros de clase o de trabajo”.
El bello mensaje de que la vida democrática es la mejor en todo nivel de relación interpersonal sólo es eclipsado por la prohibición tácita de hacer referencia a la vida democrática en nuestro gobierno; de hecho, más adelante, la convocatoria prohíbe “atacar a cualquier persona pública o privada” (suponemos no es democrático criticar a los agentes contrarios a la democracia), aunque eso sí, hay disposición expresa que permite el envío de letras en alguna lengua indígena para las categorías como pop o rock (¿Y no es esa la democracia que nos dan? ¿hacerlos sentir a todos iguales, sin necesariamente ponerlos en igualdad?).
Ahora, que si lo que queremos es reclamarle a las instituciones gubernamentales, podemos realizar una marcha; la marcha nos permitirá desahogar nuestra impotencia y nuestra ira en una larga caminata, protegidos por policías que nos cuidarán para que accidentalmente no quebrantemos la ley, por ejemplo si tratamos de hacer algo que realmente pueda forzar a las autoridades a satisfacer las demandas de la gente. Incluso se han hecho propuestas para reglamentar las marchas en el Distrito Federal, lo cual es lógico, pues al ser una actividad de la cual se ha apropiado el gobierno (al hacernos creer que así se solucionan los problemas), ahora le corresponde decirnos la mejor forma de marchar, para causarle las mínimas molestias sin quitarnos la estúpida satisfacción de haber hecho algo (in)útil.
Pero si hablamos en serio, y lo que queremos es alejarnos de los métodos aprobados por el gobierno, lo que podemos hacer es elegir una acción cualquiera e inventarnos un nexo causal con el objetivo que tenemos. Por ejemplo, si se cierra una vialidad (como el bloqueo realizado hace unos días a la altura de la Facultad de Filosofía en Ciudad Universitaria) y se le ocasiona un daño a la comunidad estudiantil (que muy en su derecho está de ir exclusivamente a estudiar), seguramente el efecto será la libertad de un preso político. Y si no se logra, al menos se tendrá la estúpida satisfacción de haber hecho algo (in)útil.
Hace mucho que estos métodos ya no funcionan. Funcionaron mientras fueron novedosos, mientras estuvieron ajenos al sistema del poder político. Ahora, estas formas han sido absorbidas, ordenadas y hasta controladas por aquellos contra los que se protesta, y la insistencia en usar estos métodos sólo fortalece a aquellos que se pretende presionar, pues les da la apariencia de estar “abiertos a la crítica” y respetar el derecho a los demás para expresarse. El participar en este tipo de cosas sin embargo, tiene una utilidad: puede hacer que nos demos cuenta de lo inútil y ocioso de esas técnicas, y alentarnos a buscar nuevas maneras de organizarnos y lograr nuestros objetivos.
Toda la información que proporcionamos con respecto a este concurso puede ser consultada en la página del Instituto Federal Electoral, específicamente en la convocatoria del mismo:
http://www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/2doConcurso-UnaRolaXDemocracia/BASES-UNAROLAPORLADEMOCRACIA.pdf
Alfonso Galván Robles