Extractos obtenidos de Milenio Semanal, reportaje de Samuel Mayo, 9 de octubre del 2011.
TZAQUIVILJOK, Chis.- Arón Guzmán sale al patio de su casa las noches de luna llena, extiende sus brazos y trata de abrazarla: “Ven, mami, ven”, dice. Pero, por mucho que quiere, nunca siente esa luna almendrada entre sus dedos. Una vez al mes el pequeño de tres años repite el ritual en las noches de plenilunio, esperando que su madre baje de un cielo al cual subió hace dos años, un 13 de abril, el día en que la tuberculosis acabó con su vida.
La mamá de él también se llamaba Luna. Piensa que es ella, la llama y la llama”, explica María en lengua tzeltal, descalza, con las uñas de los pies rotas y completamente cana. La abuela de Arón está sentada en ese patio de tierra y miseria donde el niño espera pacientemente la llegada de su madre. Al lado se encuentra la vieja habitación de Luna, una choza oscura donde apenas se distingue el brillo de la hoja de un machete. El olor a humedad penetra hasta el estómago. “Estuvo cinco semanas en la cama antes de morir. Empezó a tener fiebre y luego tos, poco a poco se fue…”.
El caso de Luna, indígena tzeltal de 24 años, pasó a engrosar la lista de mil 798 personas que oficialmente murieron por tuberculosis pulmonar en México durante 2009. Para 2010, las muertes aumentaron a mil 840. La “enfermedad de los pobres” está haciendo estragos entre la población indígena de estados como Chiapas, aunque el gobierno estatal hable de una enfermedad prácticamente erradicada. “Por cada caso diagnosticado de tuberculosis puede haber entre tres y siete casos que no lo están. Si hiciéramos un estudio amplio en Chiapas, aparecería casi como una epidemia”, afirma el doctor Marcos Arana, director de la Defensoría del Derecho a la Salud localizada en San Cristóbal de las Casas.
La tuberculosis pulmonar, también conocida en la antigüedad como “plaga blanca” por el elevado número de muertes que causó en Europa durante el siglo XVII, continúa hoy, cuatro siglos después, asediando las regiones más pobres de México. A pesar de ser una enfermedad totalmente curable, un informe emitido por la Secretaría de Salud y publicado por MILENIO Diario en 2008 reveló que la tuberculosis había matado a 22 mil 581 mexicanos en ocho años, más muertes que las causadas por el narcotráfico en ese mismo periodo. Chiapas continúa a la cabeza de muertes por esta enfermedad junto a estados como Veracruz, Guerrero o Baja California, ya que este último es afectado al recibir la migración procedente del sur; son las regiones más pobres y con mayor porcentaje de indígenas en el país. También las más vulnerables a enfermedades respiratorias como la tuberculosis: la bacteria se desarrolla mejor en espacios húmedos, oscuros y en condiciones insalubres. En lugares como Tzaquiviljok, el pueblo de Luna, las familias de cinco miembros obtienen 20 mil pesos anuales por la cosecha de café y mujeres como María, cuya vida institucional cabe en un folio desgastado, no saben ni la edad que tienen.
Durante la visita a Tzaquiviljok, ningún doctor había dado seguimiento al caso de Luna para ver si algún miembro de la familia, en especial sus hijos, fue contagiado. Los centros de salud ubicados en estos poblados operan la mayor parte de las veces con un doctor y un enfermero, incapaces logísticamente de hacer el seguimiento personalizado que demanda la tuberculosis. Por eso “a veces prefieren tener a doctores negligentes en la comunidades, porque saben que si los sacan de ahí no va a haber sustitutos para trabajar. Nos ha tocado ver médicos que vienen saliendo de la carrera y en vez de capacitarlos en enfermedades que se pueden dar aquí, se les capacita para rellenar formatos, hacer que las cifras cuadren y maquillar los resultados de manera que los indicadores del programa no bajen y se pueda decir que aquí se está cumpliendo con los Objetivos del Milenio”, afirma Sánchez.
El diagnóstico es apenas la primera condición para curar la tuberculosis pulmonar. A partir de ese momento se inicia un proceso de medio año en el que se debe dar seguimiento y supervisión al enfermo a través del programa Tratamiento Acortado Estrictamente Supervisado (TAES), adoptado por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) y la propia jurisdicción mexicana. Según las cifras oficiales del TAES en Chiapas, los casos bien supervisados se encuentran por encima del 85 por ciento; pero los estudios realizados por el Departamento de Salud de Ecosur, elaborados a nivel de hogares, no llegan ni al seis por ciento de los casos bien llevados.
La mayoría de los enfermos de tuberculosis en Chiapas son indígenas, aunque la enfermedad no es privativa de las zonas rurales. En localidades como San Cristóbal de las Casas hay barrios con una concentración cada vez mayor de población indígena, en su mayoría migrantes de los Altos, que viven en malas condiciones y con deficientes servicios de salud. En esa ciudad ya se han diagnosticado varios casos de tuberculosis meníngea, la más común en menores de 15 años, aunque las cifras reales al respecto continúan siendo una incógnita. El fantasma del “sakobal” continúa sobrevolando comunidades como Tzaquiviljok, donde se impone la ley del silencio cuando se habla de “la enfermedad de los pobres”. Nadie puede explicárselo todavía a Arón, el niño de tres años que espera paciente la llegada de los días de luna llena.