Arnaldo Córdova nos señala en su columna en el periódico La Jornada de 9 de mayo de 2010, diversas nociones importantes para entender la “democracia”.
En primero lugar, nos menciona el carácter tautológico de expresiones como “democracia ciudadana”, pues no puede hablarse de democracia sin que sea de los ciudadanos. La democracia es establecida por ciudadanos concretos, que existen y con opiniones reales. Pretender desacreditar esta democracia (la real, la que existe) y preferir una democracia a modo, una “democracia ciudadana” es perverso, y simplemente oculta el querer dirigir la acción de los grupos en el poder hacia la formación de los “ciudadanos”, hacia la construcción de un pueblo acorde a los intereses de los detentadores del poder (de una comparsa, pues). Después comenta el autor:
“La democracia, a mi entender, no es más que un método (el más avanzado y el mejor) de organización del Estado y de sus instituciones, […] Son las instituciones y los hombres designados para ejercer el poder en nombre del pueblo los verdaderos responsables de que haya bienestar y libertad para todos […]
Con lo anterior le quita el cariz cursi y demagógico que los gobiernos actuales atribuyen a la democracia (recordemos la estúpida frase electoral de “la fiesta de la democracia”). La democracia no remedia ningún problema, porque la democracia, forma de decidir, no prejuzga sobre algún contenido material (las decisiones que toman los detentadores del poder). En este sentido, ni siquiera puede salvarse la forma democrática, si se desprestigia la política y se provoca que los ciudadanos se alejen de la toma de decisiones efectivas. Finalmente señala:
“(El autor cita a López Obrador) somos nosotros mismos quienes resolveremos nuestros graves problemas y nadie más lo hará por nosotros. Tenemos que luchar por una nueva economía y una nueva política de desarrollo, por una mejor distribución de la riqueza, por una nueva justicia para todos […]”
Es decir, en un escenario donde la democracia ha sido vulnerada críticamente por los detentadores del poder, es indispensable escapar a su “juego” (la lucha política). Tenemos la obligación de luchar y de construir una situación justa. López Obrador no ha sido el único en señalar la farsa que pueden llegar a ser las instituciones, y la necesidad de oponer el esfuerzo personal; por ejemplo, el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, párrafo 11, también lo ha mencionado:
[…]Se ha creído con frecuencia que la creación de instituciones bastaba para garantizar a la humanidad el ejercicio del derecho al desarrollo. Desafortunadamente, se ha depositado una confianza excesiva en dichas instituciones, casi como si ellas pudieran conseguir el objetivo deseado de manera automática. […] el desarrollo humano integral es ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos. […]
Enlace:
[] Noticia: Lo que los hombres y las instituciones no dan, la democracia no lo empresta.
Imagen: Arnaldo Córdova