Mucha de la música que se escucha hoy en día en las salas de conciertos está inspirada ya sea en su contenido o en su lenguaje, en sonidos ambientales. De manera que los compositores incorporan en su música al mundo que los rodea, algunos se limitan a la representación, mientras otros la usan como un elemento expresivo para comunicar una idea. Las sinfonías Beethoven emulan los bosques en los que salía a pasear, la overtura de las Hebrides de Mendelssohn incorpora el sonido del agua a la entrada de una cueva y el famoso tercer acto de la opera Rigoletto de Verdi le pide al coro imitar el sonido del viento mientras se aproxima una tormenta, hay infinidad de ejemplos. También fue muy común a principios del siglo XX, cuando el movimiento nacionalista exhortaba a la creación de un lenguaje musical propio de cada país, que los compositores incorporaran elementos linguísticos en su música, imitando la inflexión natural de cada idioma en las frases musicales. Aunque el húngaro es el ejemplo más claro por la gran notoriedad del acento en la primera sílaba de la mayoría de sus palabras -acento que Bartok y Kodaly integraron extensamente en su lenguaje musical-, fueron y han sido muchos los compositores que utilizaron esta técnica (Janacek, Dvorak e incluso Revueltas). Si consideramos el dramático contraste entre el entorno ambiental de hoy en día y el del siglo XIX, no debería de sorprendernos que el lenguaje musical de los compositores activos en la segunda mitad del siglo XX sea asimismo drásticamente diferente. Dónde Beethoven emulaba bosques Shostakovich retrataba bombardeos mientras Cage, Xenakis y Carter ciudades y fábricas.
Independientemente del entorno ambiental, la función esencial del arte -y por consecuente de la música- es la comunicación de ideas y sentimientos, las ideas cambian con los tiempos y el lenguaje utilizado para su comunicación cambia a la vez; las fantásticas armonías tonales del siglo XIX eran perfectas para los ideales románticos que transmitían, hoy en día ése lenguaje resulta un tanto inapropiado. Los sentimientos en sí no cambian, cambia su expresión y acaso la manera de sentirlos; es probable que un ciudadano promedio viviendo en 1815 percibiera el amor de una manera muy distinta a alguien en el 2011, por lo tanto el arte que lo representa o comunica es por necesidad muy distinto también.
Independientemente del entorno ambiental, la función esencial del arte -y por consecuente de la música- es la comunicación de ideas y sentimientos, las ideas cambian con los tiempos y el lenguaje utilizado para su comunicación cambia a la vez; las fantásticas armonías tonales del siglo XIX eran perfectas para los ideales románticos que transmitían, hoy en día ése lenguaje resulta un tanto inapropiado. Los sentimientos en sí no cambian, cambia su expresión y acaso la manera de sentirlos; es probable que un ciudadano promedio viviendo en 1815 percibiera el amor de una manera muy distinta a alguien en el 2011, por lo tanto el arte que lo representa o comunica es por necesidad muy distinto también.
La popularidad de la música de tradición clásica ha disminuido mucho en los últimos cincuenta o sesenta años, mucha gente lo atribuye al lenguaje que adoptaron los compositores de finales del siglo XX, sin embargo yo argüiría que el problema radica mas bien en la concepción que ha adquirido la sociedad contemporánea sobre el papel del arte como una comodidad estética y no un medio de comunicación. Bajo éste parámetro las obras maestras del siglo XIX -muchas de las cuáles fueron muy controvertidas en su época- fuera de su contexto original y vistas sin la perspectiva histórica de un público interesado en comprenderlas a fondo, han sido reducidas a tonos de celular y música de elevador, y ésa es la música que tiene mayor circulación y público, ¿Qué hay de la música que se escribe hoy en día? aquella que denuncia las atrocidades de nuestro tiempo y que explora los supuestos avances tecnológicos y espirituales de nuestra era. Es desdeñada, por una sociedad de autómatas que esperan una muerte cómoda mientras el mundo –ignorado por ellos- se derrumba a su alrededor.