Después de la desgracia ocurrida el pasado 15 de septiembre en Morelia, nos preguntamos si el presidente de la república imaginó lo costoso de su afirmación en el poder a través del despliegue de la fuerza en contra de la delincuencia organizada.
Ya se antojan lejanos los días de julio de dos mil seis y los siguiente meses, cuando ante la incertidumbre postelectoral, el candidato presidencial declarado ganador se respaldaba con el ejercito y la armada mexicana. Tanto fue así que el primero de diciembre de dos mil seis, ante un pletórico y azul Auditorio Nacional, la primera medida de gobierno anunciada por el nuevo presidente fue el aumento de sueldo a los miembros de las fuerzas armadas.
Es innegable el rotundo fracaso de esta “guerra” iniciada hace poco más de dos años en contra del crimen organizado, no obstante algunos “especialistas” y demás personalidades -que los medios de comunicación nos presentan como omnisapientes- opinen que lo ocurrido en la entidad abajeña es un acto de desesperación del cártel de “La familia”, todo por los grandes esfuerzos realizados por las fuerzas policíacas y castrenses en contra de los primeros.
Esos arrogantes comentarios son los que debilitan a las de por sí enclenques acciones del gobierno federal. Es increíble cómo los autores de las explosiones celebran el fracaso de una estrategia incapaz de identificarlos e impedirles tales acciones cuando se les antoja cometerlas. Tal vez si el sistema de inteligencia mexicano aplicara las mismas tácticas de investigación que utilizó para con los legisladores esta tragedia su hubiera podido evitar.
Y mientras en las dos principales televisoras se desvivían en untuosos y grotescos elogios a la figura presidencial, ese mismo quince de septiembre, el crimen, ellos sí verdaderamente organizados, reían de la incapacidad de un gobierno para tener la misma cualidad.
Mauricio Gutiérrez González
Ya se antojan lejanos los días de julio de dos mil seis y los siguiente meses, cuando ante la incertidumbre postelectoral, el candidato presidencial declarado ganador se respaldaba con el ejercito y la armada mexicana. Tanto fue así que el primero de diciembre de dos mil seis, ante un pletórico y azul Auditorio Nacional, la primera medida de gobierno anunciada por el nuevo presidente fue el aumento de sueldo a los miembros de las fuerzas armadas.
Es innegable el rotundo fracaso de esta “guerra” iniciada hace poco más de dos años en contra del crimen organizado, no obstante algunos “especialistas” y demás personalidades -que los medios de comunicación nos presentan como omnisapientes- opinen que lo ocurrido en la entidad abajeña es un acto de desesperación del cártel de “La familia”, todo por los grandes esfuerzos realizados por las fuerzas policíacas y castrenses en contra de los primeros.
Esos arrogantes comentarios son los que debilitan a las de por sí enclenques acciones del gobierno federal. Es increíble cómo los autores de las explosiones celebran el fracaso de una estrategia incapaz de identificarlos e impedirles tales acciones cuando se les antoja cometerlas. Tal vez si el sistema de inteligencia mexicano aplicara las mismas tácticas de investigación que utilizó para con los legisladores esta tragedia su hubiera podido evitar.
Y mientras en las dos principales televisoras se desvivían en untuosos y grotescos elogios a la figura presidencial, ese mismo quince de septiembre, el crimen, ellos sí verdaderamente organizados, reían de la incapacidad de un gobierno para tener la misma cualidad.
Mauricio Gutiérrez González