El pasado fin de semana pasado se realizó todo un espectáculo para inaugurar lo que se pretende sea el símbolo del presente sexenio de Felipe Calderón, la famosa Estela de Luz, que ya comienza a ser llamada por algunos ciudadanos el monumento a las suavicremas y que otros piden se convierta en un monumento a la corrupción.
El presidente afirmó previo al espectáculo de luces y sonido con el que se encendió la estela que " A partir de hoy tenemos un monumento con el que todos los mexicanos podemos identificarnos, que nos pertenece a todos y todas por igual. Un monumento que simboliza la unidad de la nación, por encima de nuestras diferencias y particularidades individuales o de grupo...al contemplar esta obra y los monumentos históricos que la rodean 'los mexicanos y las mexicanas nos sintamos orgullosos de nuestro país, nuestra historia y que siempre confiemos en ser los únicos dueños de nuestro destino."
Si los símbolos fueran lo que sus creadores dicen de ellos podríamos creernos esa historia. Pero como cualquier obra, al hacerse pública, pertenece a la sociedad que la observa, que la juzga y que decide que debe simbolizar. Las muestras de rechazo y de burla a esa lápida son elocuentes.
“Monumento a las víctimas de la guerra”, “Símbolo de corrupción” y “Próximamente museo de la corrupción aquí” son algunos de los lemas de las pancartas que decenas de manifestantes portaron este domingo para protestar contra la obra arquitectónica destinada a celebrar el Bicentenario de la Independencia, la cual fue inaugurada 15 meses después de lo previsto y con un sobrecosto de mil millones de pesos.
El día de hoy, en MVS Radio, la crítica de arte e historiadora Raquel Tibol recalcaba el hecho de que la gente no le llamaba estela sino simplemente la "suavicrema" y que en todo el espectáculo de su inauguración sobró el mal gusto, y el derroche innecesario de recursos. Aquí pueden escuchar la entrevista.
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