“Aunque el mundo hebreo tuvo reyes –siempre fustigados por los profetas–, aunque las Iglesias se sometieron a los poderes y se asimilaron a ellos, el cristiano sigue siendo su detractor porque el fundamento de la presencia y de la prédica de Jesús es el amor, que es pobre, libre e impotente, y habla verdad. Se trata, para el cristiano, como lo señalaba San Pablo, de “practicar la verdad en el amor”, es decir, de practicar la verdad y no de adoptar un sistema de pensamiento. Por lo tanto, el Dios de Jesús, el Dios cristiano, no es un poder, no es un aparato administrativo celestial y universal que se replica en la Iglesia o el Estado, no es un amo ni una doctrina; es, por el contrario, una pobreza que se da y acoge, un servicio al otro en la libertad del amor; Dios está en cada persona. De allí que el cristianismo, en su profundidad, esté cerca del anarquismo; de allí también que increpe a cualquier poder, cuya existencia malversa la presencia de Dios y la falsifica como fuerza, ley y violencia. Todo poder termina en idolatría, y toda idolatría en la negación del ser humano y de su libertad.”
Sicilia (ante aquellos que lo califican de cándido, como no faltan en este espacio), se muestra en su pretensión de sencillez. Una sencillez consiente que la vida no es sencilla; que ese sector de la experiencia humana llamada política, mucho menos es sencilla; una sencillez que pone en el centro la buena intención y el corazón herido. No pretende más que hacernos voltear a los muertos de nuestra violencia. La reflexión, confía él, vendrá sola, si miramos bien a nuestros miles de cadáveres.
Ha lanzado al espacio público (como también lo ha hecho López Obrador) los sentimientos enfermos que nos acosan; la indolencia y la falta de valores. No dejamos de insistir que la salud del interior de nuestros políticos vendría a renovar al país mucho más que sus kilogramos de leyes. Claro, es un esfuerzo educativo. Y a largo plazo; es un esfuerzo de reconquistar para la gente –y quitárselo a los grupos de poder- el espacio público, para que dirija sus barrios, sus ciudades, y su país.
No dice que es fácil, sólo que el esfuerzo debe ser hecho, a sabiendas de su nimio alcance. No hay candidez; hay limitación, sencillez y pobreza de medios. Nos parece correcto.
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[] Noticia: http://www.proceso.com.mx/?p=280042
Es justamente en su sencillez (facilidad par ser cooptado) donde radica la calidad de cándido. Por lo poco advertido de este personaje, es que grupúsculos facciosos, pueden y han intentado infiltrar el movimiento, para utilizarlo con los fines más bajos y rapaces. Entonces creemos que el señor Sicilia no solo es cándido, sino estulto también.
Gutiérrez González Mauricio.