Con el tercer triunfo en las urnas de Erdogan, se empieza a consolidar en Turquía un relajamiento de la distancia entre islam y gobierno.
Turquía, ejemplo usual (sobre todo por su participación en la OTAN, sus anteriores relaciones de amistad con Israel, y su deseo por ingresar a la Unión Europea) de un país de mayoría musulmana con un gobierno laico, ha tendido otra vez a esa cercanía gubernamental con la religión, producto de la propia naturaleza teocrática de dicha fe.
Egipto hizo un giro similar al derrocar a su dictador: de hecho, ahora Egipto se ha aproximado, para molestia de la también teocrática Arabia Saudita (de mayoría sunita), a Irán (de mayoría chiíta), régimen donde el máximo líder es la cabeza de la religión musulmana chiíta (si bien sí se permite a los zoroastrianos, a los judíos y los cristianos, realizar sus ceremonias religiosas, cosa impensable en países como la ya nombrada Arabia Saudita).
Erdogan busca crear una nueva constitución que convierta a Turquía en un estado presidencialista (y no parlamentario, como lo es en la actualidad), dirigido por él mismo desde ahora hasta 2023, así como ingresar algunos aspectos de la sharia, la ley islámica.
Ahora bien; no es momento de apresurar una crítica negativa; nuestros propios valores laicos no pueden ser parámetro para la idiosincrasia del Medio Oriente, donde la identidad islámica ha sido fortalecida por la opresión y explotación de toda la zona a manos de los europeos, si bien antes de ellos, por los propios antecesores de la República Turca, los otomanos.
Es una región que conoció el desarrollo y el respeto del mundo de la mando de los valores de su fe –desde los califatos ibéricos, hasta la intelectualidad persa-, y que ha experimentado a los valores occidentales desde la conquista, la imposición de ideas y la persecución de sus migrantes.
Si en el campo de los derechos elementales del ser humano (que preferimos a la denominación “derechos humanos”, como si hubiera derechos que no fuesen para el ser humano) la aplicación ciega de la sharia sí ha causado innumerables injusticias, también es cierto que ha traído una cierta distribución justa de la riqueza y del desarrollo a países como Irán o a los Emiratos Árabes Unidos; así las cosas, habrá que ver qué rumbo toma esta nueva corriente en los países del Medio Oriente.
En la imagen: Caricatura política donde aparece Erdogan. Se lee en ella: “el musulmán: una oferta que Israel no puede rechazar”.
En la imagen: Caricatura política donde aparece Erdogan. Se lee en ella: “el musulmán: una oferta que Israel no puede rechazar”.
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