"Marcha-mitin-plantón-paro escalonado" es una expresión del maestro Tomas Mojarro, y también es una táctica vieja, aburrida, y de pocas consecuencias sociales. Ante cualquier descontento o manifestación de indignación los movimientos salen a las calles a marchar, a realizar una "verbena popular" o a manifestar su enojo por algún acontecimiento que denote una grave injusticia o una gran torpeza por parte de las autoridades.
Cuando estas manifestaciones surgieron fue una cuestión de vida o muerte. Salir a las calles a expresar un rechazo significó matanzas y duras represiones. No por nada, otro maestro, el maestro Mario de la Cueva, clasificaba el movimiento obrero de principios del siglo pasado como la "etapa heroica" de la lucha de clases. Sabían que su vida estaba en juego y aun así su situación los obligaba a salir a exigir un mejor trato, uno más digno para los trabajadores. En definitiva, con esas acciones, con el tiempo lograron sus objetivos.
Hoy en día la situación no es tan drástica como en esos tiempos. Si bien la libertad de expresión se ve reducida por el actuar de la delincuencia organizada, una marcha o un mitin no serán reprimidos como antaño. Es más: al gobierno no le interesa un carajo. La verdadera sima de esta situación la pudimos observar en las elecciones del 2006, cuando diversas marchas como no se han vuelto a ver en la Ciudad de México, y su consecuente plantón, no fueron capaces siquiera de que se hiciera un nuevo conteo. Luego, como suele suceder cuando algo va mal, se intentó pasar al ridículo proponiendo un "marchodromo" en la ciudad a donde podrían acudir todas las manifestaciones.
El caso es que estos métodos simplemente ya no sirven para nada y el Maestro Tomás Mojarro lleva años diciéndolo. Quizás sirvan únicamente para medir la fuerza que tiene cierta posición política, aunque ni siquiera eso. Es lo mismo que ocurre con las firmas de apoyo o con los desplegados políticos: hacen que la gente no haga algo concreto. Se nos ha dicho que la democracia no es que se salga cada 6 años de votar, pues de igual forma no es salir a las calles cada vez que una coyuntura política lo amerite.
¿Entonces qué hay que hacer? Enseñarnos que la democracia no se exige, se ejerce. La democracia no es un hecho, es una responsabilidad que como tal se gana con trabajo. Podemos intentar ejercicios democráticos en pequeños espacios que tampoco dejen de lado el hecho coyuntural, como por ejemplo, la última marcha convocada por Javier Sicilia. Se podría hacer una convocatoria para un evento en el que se hable de ese tema en colonias o barrios y que el mismo se aproveche para tomar medidas sobre seguridad o prevención de adicciones. El objetivo es lograr la participación de quienes normalmente no tienen la posibilidad de decidir, o discutir, o plantear sus problemas, a diferencia de las marchas, a las que frecuentemente acuden personas con cierta formación política. Sabemos que obviamente esto, al estar en un nivel reducido, no va resolver todos los problemas, pero creemos que la democracia también es un aprendizaje y de lo que sí estamos convencidos es que la democracia no se aprende en una marcha.