De 1965 a 1983, la Sociedad de Jesús (conocida de forma popular como “la orden de los jesuitas”) tuvo como prepósito (superior) general al vasco Pedro Arrupe SJ.
En 1974, en el XXXII Congreso General de la orden, el padre Arrupe cristalizó, en el decreto 4, párrafo 42, la orientación que habría de guiar el desempeño de los jesuitas: “Nuestra fe en Cristo Jesús y nuestra misión de proclamar el Evangelio nos exige un compromiso para promover la justicia y entrar en solidaridad con los que no tienen poder y los que no tienen voz”. Lo anterior acercó, con molestia del Vaticano, a los jesuitas con la teología de la liberación, o bien fortaleció el trabajo de declarados teólogos de la liberación jesuitas como Jon Sobrino SJ o Ignacio Ellacuría SJ.
Los jesuitas establecieron un trabajo amplísimo en Centroamérica con las clases desprotegidas, y dieron su “apoyo crítico” al sandinismo en Nicaragua. Con respecto a la situación en El Salvador, en 1976 Arrupe mandó llamar a Jon Sobrino, en un primer momento para frenar a la teología de la liberación dentro de las filas jesuitas; empero, en opinión de Sobrino: “con mejor información, comprendió mejor las cosas. Se alegraba de los pasos que habíamos dado en Centroamérica, y las persecuciones le convencieron de que aquello debía ser cosa de Dios. Nos seguía advirtiendo de los peligros y los errores, y lo hacía como era su deber. Pero en la conversación fraternal se alegraba sobre todo de que pusiéramos a producir la “fe y justicia”.
Desde la llegada a la sede petrina de Juan Pablo II en 1978, la presión a los jesuitas se exacerbó; el papa, en aras de una ciertamente necesaria corrección doctrinal sobre los postulados de la teología de la liberación, buscó arrasar también con la muy sana relación que el clero latinoamericano lograba con las clases más desprotegidas. En otra columna señalamos como el Vaticano favoreció a gobiernos norteamericanos, en perjuicio de la obra social del clero en Centroamérica.
Pero Juan Pablo II tuvo un conflicto aún más directo con los jesuitas: Vincent O´Keefe SJ, ex vicario general de los jesuitas, señala que el papa favorecía la visión parroquial –centrada en el templo- y no tenía “la más mínima idea” sobre la vida de las comunidades religiosas ni de sus obras sociales; “el hecho de que los religiosos tuvieran sus propios criterios y decidieran sus propias acciones, simplemente no entraba en su entendimiento”. Narra incluso que Juan Pablo II le dijo en 1981 a Paolo Dezza SJ, en ese momento, delegado especial de los jesuitas, que “ustedes jesuitas toman el voto de no asumir ningún cargo dentro de la jerarquía eclesial, de no ser obispos… pero yo no pienso darle ninguna importancia a eso, y cualquier jesuita que yo considere, simplemente lo voy a tomar a mi servicio”, lo que provocó la molestia de Dezza.
Fue en ese año, en 1981, cuando el padre Arrupe sufrió una trombosis cerebral que lo dejó incapacitado; el carácter vitalicio de su cargo, motivó a Arrupe a designar a Vincent O´Keefe SJ como vicario general (es decir, superior hasta que Arrupe se recuperara). O´Keefe, norteamericano de posturas liberales, contaba con el apoyo de la mayor parte de los jesuitas, y cuando consideraron necesario, en vista del deterioro de la condición de Arrupe, convocar a un Congreso General para nombrar un nuevo prepósito general, había un consenso sobre la elección de O´Keefe; empero, en una decisión única y no prevista por los estatutos de la Compañía de Jesús, Juan Pablo II prohibió que se convocara al Congreso General, y designó como “delegado especial” (que sustituiría a la autoridad interina, O´Keefe) a Paolo Dezza SJ.
La decisión tomó por sorpresa a los jesuitas, y se consideró una intromisión para bloquear a alguien que pudiera ser sucesor de la orientación social de Arrupe; más de 60 jesuitas alemanes, entre los que estuvo el distinguido teólogo Karl Rahner, enviaron una carta a Juan Pablo II, donde le hicieron saber que “obedecían, porque el papa era la cabeza de la Iglesia, pero que en dicha decisión no veían en lo absoluto la voluntad divina”.
En 1983 Juan Pablo II permitió por fin que se reuniera el Congreso General para aceptar la renuncia de Arrupe (que tras una larga agonía murió en 1991), desaparecer al “delegado especial”, y nombrar como nuevo prepósito general al holandés Peter Hans Kolvenbach SJ.
Cuando se mira la celeridad con la que se intervino a la Compañía de Jesús, nos queda la duda de por qué no se intervino con la misma celeridad a los Legionarios de Cristo. ¿Fue acaso más alarmante la acusación de incurrir en la teología de la liberación, que la acusación de abusar de tantos menores?
Fuentes:
yo creo que eso fue lo que molesto a los jesuitas el hecho de que interviniera el beato juan pablo II y haberle dado tanta entrada al mexicanito; pero tambien por que tanto criticar a Maciel, digo siempre el vaticano maneja poder y no habia otra manera de quitarle tanto dinero y poder a maciel que de la manera en que ya sabemos, digo no podemos ver a un mexicanito que sobresalga, por que rapido lo tiramos no sean malinchistas; seguramente en el vaticano no estaban de acuerdo que un indigena como maciel saliera adelante, asi que le orquestaron todo, y como los mexcianos todo lo cree ahe va la bola de pentontos a criticar; no ven que a juan diegito nos lo mandaron casi guerito en la imagen; ahe carajos, ya dejen que descanse en paz; aver si en verdad fue un cabresto maciel su lana y propiedades son mal habidas que las deje el vaticano por que son bienes mal habidos ¿NO? son bienes de un pecador cabresto; dinero y bienes malos que se reparta entre los pobres mexicanos que pase a la beneficiencia publica, pero ya todo lo tienen contadito verdad eso no lo dicen le pegan a la ubre pero de ahi estan mamando; y les recuerdo la lana la hizo maciel sigan comiendo de el