Cabe señalar, en primer término, que la conquista árabe de Persia, si bien surtió el mismo efecto en el campo religioso que en las regiones norafricanas (volver minoritarias a las religiones de los conquistados, en el caso de Persia, al noble zoroastrismo), no fue lo mismo en los demás aspectos culturales: no se avasalló al espíritu persa, y podemos hablar de un sincretismo que permitió que Persia fuese una lumbrera intelectual en la edad media.
Por esta razón, Persia no puede considerarse en el mismo crisol que el resto del mundo musulmán; su mayoría chiíta lo pone aún más a parte; su idioma, indoeuropeo, lo acerca más a nuestro español que a los idiomas semitas. En fin, Persia no es parte del mundo árabe.
Por eso no debe sorprender que si bien la alta jerarquía musulmana dirige cada aspecto de la vida diaria en Irán, lo hace dentro de una tradición jurídica y filosófica, que obliga al gobierno a ser cauteloso al momento de poner cotos a los líderes opositores; no que en el mundo sunita no existan escuelas de pensamiento jurídico-religioso, sino que impera en Irán una filosofía conciliadora y con vocación universal (basta recordar las continuas referencias a Aristóteles en la filosofía persa medieval) como método hermenéutico en dichas escuelas.
En este contexto, el Ayatollah (es decir, líder de una escuela de pensamiento, válida según la sucesión chiíta) Mousavi Ardebili (en la imagen), se ha manifestado a favor de las protestas árabes, y ha sido puesto bajo arresto domiciliario por el gobierno iraní. Sin embargo, la acusación no es directa, y más bien se busca darle menos resonancia que perseguirlo, pues reseña el diario oficialista Keyhan que su postura no es congruente con el “carácter revolucionario de Mousavi”, y que más bien debe estar mal informado.
Mousavi también se ha pronunciado en contra de las campañas “persecutorias y difamatorias” del régimen iraní en contra de sus propios ciudadanos, y lo hace en nombre de la “ley, la moral y la religión”; no es pues necesario que una teocracia sea reaccionaria o maniquea; Desde que Irán permite representación en su poder legislativo (si bien minoritaria) de judíos o de cristianos (y cabe recordar que por ejemplo, es delito siquiera celebrar una misa en países como Arabia Saudita), debemos siempre recordar que no se trata, simplemente, de “otra dictadura extremista”; no se puede simplificar a Irán.
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