En la obra de Cicerón “De la partición de la oratoria”, se dice acerca del discurso: “Communia autem simplicium coniunctorumque sunt haec quinque quasi lumina, dilucidum, breve, prabile, illustre, suave.”
“En (el uso de) las palabras […] (existen) estas cinco como lumbres: lo lúcido, lo breve, lo comprobable, lo ilustre, lo suave.”
Después nos define lo lúcido como el uso de las palabras propias a la ocasión. La brevedad en el habla, la tenemos al mencionar cada cosa una vez.
Lo comprobable, si hay proximidad de lo que se dice con quienes escuchan. Lo ilustre es “enim haec pars orationis qua rem constituat paene ante oculos”, “la parte de la oración que establecería la cosa casi ante los ojos”, es decir, palabras que puedan llevar a la mente a donde se desea y finalmente, el discurso “suave” viene por la elegancia, la amenidad, y la estética.
Cicerón, como jurista y político, nos recuerda el triste estado en el que nos encontramos, ahora que los abogados y los políticos no tienen creatividad en el lenguaje, se basan sólo en fórmulas vacías, sin ningún orden verdaderamente estético. La verborrea ha desplazado al placer de oír a hablar a un orador.