En la ciudad de Tucson, Arizona, tras el atentado en contra de la legisladora Gabrielle Giffords y otras 5 personas, se realizó este sábado 15 de enero una feria de armas.
Se pensó en un momento reprogramarla por la masacre; sin embargo, las racionalizaciones no se hicieron esperar: “las personas son las que matan a las personas, no las armas”, “debemos volver a la normalidad” y demás.
Por supuesto que las personas matan a las personas; empero, bajo este simplista argumento, podemos rechazar todo esfuerzo incluso de destruir el armamento nuclear, porque ahí, dejadas solitas dichas armas, no matan a nadie: son, una vez más las personas.
Que el individuo es influenciado de forma poderosa por su medio es innegable; que este medio, mientras más llamativo, fastuoso y omnipresente sea, más podrá ser asumido por el individuo, también; así pues, el fetiche armamentista sí lleva al uso de las armas en contra de otros hombres. El derecho a tener un arma ha sido llevado a extremos demenciales en Estados Unidos, y sostenemos que la salud de una sociedad exige que el espacio público sea liberado de la beligerancia.
En la imagen: En Estados Unidos, el control de las armas es visto como un tema esencial de los derechos de sus habitantes; se asocia a una sociedad armada, con su derecho no sólo a defenderse del crimen, sino de un gobierno opresivo. Así pues, esta propaganda en contra de la prohibición de las armas dice: “Estos expertos están de acuerdo: el control de las armas sí sirve”.
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La noticia (en inglés): http://www.nytimes.com/2011/01/16/us/16giffords.html?_r=1&hp