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viernes, 16 de abril de 2010

El lenguaje de las leyes y el poder

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Hace unas semanas  se dio a conocer una encuesta  realizada en Argentina en la que se le preguntaba a la gente cuál era su opinión sobre el Poder Judicial. Básicamente,  7 de cada 10   encuestados manifestaron que los jueces no son ecuánimes y que la justicia no funciona bien; la misma cantidad manifestó que los jueces no son independientes del poder político y el 48% de los  1100 encuestados dijeron que los jueces no son eficientes.

Sin ninguna duda podemos afirmar que la percepción en nuestro país del Poder Judicial se encuentra en los mismos estándares.

Alejandro Nieto en su libro Crítica de la Razón Jurídica expone cómo hemos convertido el Derecho en un fetiche, un objeto al que le confiamos nuestra seguridad y nuestra convivencia social: "La fe en el derecho es invulnerable a su evidente fracaso social, como la que se tiene a la herradura clavada en la puerta de la vivienda o en la protección de santa Bárbara en las tormentas".1

Pero si asumimos que ese "confiamos" no es tal en la medida en la que en estos momentos prácticamente nadie cree en los beneficios de las leyes y de su aplicación, podemos darnos cuenta que sólo los miembros del Poder Judicial defienden su propio actuar con metáforas simplonas sobre el  "ancho mar de la justicia"  sobre el que dicen flotar.  Y no sólo ellos. El mismo autor se pregunta qué sucede con los juristas "noblesse de robe( nobles de toga) y casta parasitaria en todos los estratos sociales[...] Si desapareciere el derecho ¿qué hacer con un millón de profesionales que actualmente viven de él?"

El poder político  cree en el Derecho, aunque no lo necesite: por la fuerza pueden imponerse, pero sí les es necesario legitimarse jurídicamente: " la dominación se impone de todas formas; pero es mejor para todos convencer a los dominados de las ventajas- o de la inevitabilidad de la dominación" 3

Y entonces ¿tiene sentido mantener un sistema jurídico que no le es conveniente más que a un grupúsculo de políticos y juristas?  Ninguno de ellos se expresa en nuestro lenguaje ni sigue nuestros intereses. O bien acudimos al poder judicial para encontrarnos con una maraña de papeleos, burocracia y corrupción- un lenguaje que no esperamos del órgano encargado de impartir justicia-,  o bien acudimos al poder político para encontrarnos con sujetos que no están dispuestos a dialogar, o si lo están, no tienen la intención de establecer un consenso o de convencer, sino el de jugar con sus propias reglas. Ante el poder público  nos encontramos con lenguajes distintos al de la mayoría de la población. 

Valdría la pena entonces comenzar a generar diálogos, consensos y normas entre aquellos sujetos que no forman parte de esos poderes y que no tienen la necesidad de mantener este ineficiente sistema jurídico.

Enlace:

[] Noticia: Jueces mal vistos que son cada vez peor vistos
1. Alejandro Nieto, Crítica de la Razón Jurídica, ed. Trotta, España, 2007, pág 20.
2. Ibídem
3. Ibíd, p 21

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