El escenario

“We must collect our thoughts, for; the unexpected is always upon us, in our rooms, in the street, at the door, on a stage!”

Luciano Berio, Sinfonia.

Un escenario se entiende usualmente como la parte de un auditorio o sala de conciertos donde se ejecuta una obra de arte, es generalmente una superficie plana, muchas veces de madera que se encuentra elevada con respecto al nivel del área designada al público. Existe una gran variedad de modelos y estilos, sin embargo lo que resulta indispensable para cualquier escenario, y lo que en ultima instancia lo define como tal, es la combinación de intérprete(s) y público. Un escenario pues, es el espacio donde una obra de arte es interpretada frente a un público, todos los demas detalles estilísticos o de diseño son accidentales y poco tienen que ver con la verdadera función del mismo. Visto desde éste punto de vista cualquier espacio puede convertirse en un escenario, aunque no haya sido diseñado como tal, y una obra de arte puede aparecer tanto en el predecible espacio de una sala de conciertos, como en la inesperada esquina de una banqueta, o la profundidad de un parque.

Diferentes disciplinas artísticas requieren a diversos grados del uso de un escenario para su transmisión. Ésta dependencia surge de la necesidad que tienen de ocupar un periodo definido en el tiempo, a diferencia de las artes que gracias a sus propiedades estáticas existen completas en un sólo momento (como la pintura o la escultura), el teatro, la música y la literatura, requieren de un espacio temporal para su desarrollo.

La música es única en este sentido, ya que, mas aún que el teatro, requiere de un intérprete especializado para su transmisión, que se da durante un periodo de tiempo que es determinado únicamente por la obra misma.

Al no poder acceder directamente ella, el escucha debe atenerse al tiempo de la obra, que existe a través del intérprete y que por ello depende de un escenario. Éste se convierte en un espacio ajeno a nuestro tiempo cuyo aislamiento temporal es posible gracias al silencio en el que usualmente está sumergido, los aplausos sirven como un marco sonoro que limpia al aire de nuestro ruido cotidiano para permitir el silencio muerto del tiempo que se detiene, el que deja de existir para abrir paso al tiempo musical. Es esto precisamente lo que define a un escenario real, más que las condiciones o el diseño, es el acto de comunicación que ocurre cuando el público accede al tiempo de la obra y pierde, o se libera del tiempo propio. Un escenario es un verdadero campo de batalla, una línea de fuego para cualquier intérprete, un espacio que, cuando surge, permite una conexión directa con la obra. Un violinista que toca el concierto de Brahms en cualquier escenario deja de ser el individuo para convertirse en el medio de transmisión, que se enfrenta solo y desnudo a un mundo que exige todo de él para existir a través suyo. En una buena interpretación, una en la que el escenario verdaderamente se aisle del tiempo real, la obra cobra vida y tanto el público como el intérprete se encuentran cara a cara con ella. Hay quienes opinan que las verdaderas obras maestras existen continuamente dentro de su propio universo y durante la interpretación se logra acceder a él para luego regresar a nuestro mundo y nuestro tiempo.

Cualquiera que haya ido a un buen concierto recordará el silencio absoluto que hay después de un movimiento lento, que refleja la concentración total de un público absorto, un silencio cargado de todo lo que puede decir la música sin necesidad de hacerlo explícitamente, o de limitarse a un significado concreto.


A final de cuentas todo intento de expresión verbal es inútil, si estos fenómenos fueran comunicables oralmente nadie se molestaría en escribir o tocar música, es algo que sólo se puede entender al escucharlo por cuenta propia.

Diego Velazco Yount