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martes, 31 de julio de 2012

Del arrabal para el mundo

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Por Diego Velazco



El tango nació en los arrabales de Buenos Aires y Montevideo a finales del siglo XIX. Ahí mismo fue donde creció y pasó por una larga y tortuosa evolución que lo llevó hasta el dodecafonismo y las mas complejas técnicas compositivas de la vanguardia europea del siglo XX.

Sus primeras apariciones fueron en los burdeles de arrabal como una versión mas rápida y un tanto mas violenta de la habanera y el danzón cubano. Era una música exclusivamente instrumental utilizada para bailar, que carecía de la elegancia y el estilo de sus antecesores.

Este subgénero de tango, el que Borges amaba y defendía a capa y espada, se llama milonga y antes de la aparición de Gardel tenía su contraparte en la romanza, un tango, también instrumental y también usado para bailar, pero de una naturaleza mucho mas lírica que la milonga.

Aquí los ejemplos mas representativos de ambos subgéneros.

Tango Milonga:

                         
                                                                  Tango Boedo

Tango Romanza:

                         
                                                                   Flores Negras



A pesar de que para cuando apareció Carlos Gardel el tango, o propiamente dicho, la milonga ya era muy popular en la Argentina, no había sido exportado con mucho éxito al resto del mundo, e incluso dentro de Argentina la milonga era considerada –adecuadamente- música de burdel y dada su fuerte naturaleza sexual y digamos poco refinada, la milonga no se veía con buenos ojos en las altas esferas de la
sociedad argentina; mas que nada era considerada una música vulgar, en el estricto sentido de la palabra.


La aparición de Carlos Gardel coincidió con una época de cambio en el discurso nacional, en que la esencia de lo argentino comenzó a identificarse más con el trabajador inmigrante (que para 1920 representaba un porcentaje significativo de la población argentina) 
junto con el gaucho y el soldado criollo. Gardel, hijo de una inmigrante francesa, sin padre conocido y poseedor de una voz legendaria, sería el vehículo perfecto para la transformación del tango en ícono cultural de la Argentina y para su subsecuente internacionalización.

Gardel aportó dos elementos al tango que fueron claves en su evolución y desarrollo. Primero, lo liberó de la danza. La milonga e incluso la romanza, fueron siempre antes de la aparición de Gardel géneros musicales que se usaban para bailar, sencillamente no se acostumbraba tocar milongas por el puro placer de escucharlas y normalmente eran exclusivamente instrumentales, el protagonista del tango siempre era quién se paraba sobre la pista de baile, no el escenario. Eso dicho el tango es y siempre será un género musical íntimamente ligado a la danza, cuyos ritmos y melodías evocan al baile que lo 
gestó, independientemente de que hayan o no bailarines presentes.

Gardel liberó al tango de ésta especie de segundo plano apareciendo como la estrella, el atractivo principal.

El segundo elemento, importantísimo, que Gardel le confirió al tango fue su internacionalización. Lo que Gardel presentaba era una música, lenta y apasionada sí, pero de una naturaleza mucho mas romántica, que explotaba la melancolía del tango mas no su violencia sexual. El nuevo subgénero, llamado tango canción, fue presentado por primera vez en 1917 en el Teatro Esmeralda de Buenos Aires con Gardel cantando una
letra que Pascual Contursi le escribió a “Mi noche triste” de Samuel 
Castriota. Fue un éxito inmediato pues reunía el sentimentalismo popular de la época con una identidad Argentina digamos “apropiada”para la sociedad general.

Mi Noche Triste

A principios del siglo XX, cuando Argentina comenzaba a incorporar a
la enorme ola de migrantes como parte de su cultura nacional, en Europa estaba muy de moda la importación de culturas extranjeras o exóticas, fue la época en que obras como Turandot y Madama Butterfly de Puccini o Salomé de Strauss fueron, no sólo concebidas sino grandes éxitos taquilleros. Fue la época de las exposiciones universales de París, donde se reunían todo tipo de curiosidades y manifestaciones culturales del resto del mundo. A pesar del interés de los europeos por lo exótico, vivían aún permeados por los cánones estéticos del romanticismo, Liszt, Brahms, Bizet e incluso Puccini habían presentado culturas foráneas y exóticas altamente europeizadas que en realidad no tenían mucho que ver con sus formas originales. 
En éste ámbito cultural las violentas milongas de los arrabales porteños no tenían mucha posibilidad de éxito, sin embargo la versión exageradamente melancólica del amor despechado, presentado por una prodigiosa voz salida de los barrios bravos de Buenos Aires, estaba hecho a la orden del día. Hubiera sido imposible que Carlos Gardel no fuera un éxito inmediato en ésta cultura ávida de su propia estética disfrazada de importación.

Y en esas circunstancias fue que tanto Gardel como el tango Argentino gozaron de un tremendo éxito profesional -comparable al de Gioacchino 
Rossini o Michael Jackson-, vendiendo 70 mil discos tan sólo en los primeros tres meses de su estadía en Paris en 1928 y apareciendo en varias películas tanto en Francia como en los Estados Unidos.

Por una cabeza de Carlos Gardel
Al Pacino en “Scent of a woman” 1992

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