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domingo, 10 de julio de 2011

SCOTT ADAMS Y LA NEGACIÓN DEL LIBRE ALBEDRÍO

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El caricaturista e intelectual Scott Adams, de consuno, más que afirmar, invita a reflexionar sobre lo paradójico o a veces absurdo de la idea del “libre albedrío” en el ser humano. En la entrada de su blog de 1 de julio de 2011, señala como un “golpe más” a los “negadores de la naturaleza” (nature deniers), una reciente investigación sobre la obesidad y su dependencia con la parte emocional y primitiva del cerebro, que con dificultad puede sobreponerse a la parte racional del cerebro.

No podemos obviar los argumentos que suele esgrimir en su blog: la evolución implica la multiplicación de factores que han permitido la sobrevivencia (el saber acumular carbohidratos, el interés por la descendencia, el egoísmo ante otros, la mayor actividad sexual de “especímenes” atléticos, sanos y fuertes), y por otro lado, la química cerebral con la que trabaja el cerebro: o todo lo que experimentamos es producido por ella, y salvo que la induzcamos de forma medicinal, no podemos controlarla, o entonces hay procesos mentales no producidos en el cerebro, lo cual sería un contrasentido.

Y lo absurdo es que a pesar de esos argumentos, vivimos en sociedades que por un lado tienen orientación positivista –es decir, sólo dan por hecho de forma oficial, de forma institucional, lo que es comprobable de forma científica- y por otro lado exigen la “buena voluntad” del individuo y castigan el “libre albedrío” que decide cometer un crimen.

Uno podría discutir que con todo y la química cerebral, de su materialidad, el producto de la misma (pensamientos o bien emociones) no son “materiales”, no tienen consistencia asentada en la realidad, y por tanto hablan de otro componente en el ser humano, un componente no material, que sirve para que esos pensamientos y emociones sean percibidas, a pesar de no existir de forma material. En ese componente podemos poner también la resolución o voluntad para ir en contra de los impulsos o contenerlos.

Pero lo que sería en extremo cómico sería ver dar esta argumentación en los principales interesados en defender el libre albedrío, que serían los departamentos de policías y los juzgadores de criminales: creemos hay una omisión absoluta de la ley acerca de la naturaleza (es decir, si existe o no) este libre albedrío (lo que por supuesto sí ha sido cuestionado por la doctrina), y lo peor es que quizá sea lo mejor; un juicio con recovecos filosóficos haría aún más lenta la ya de por sí lenta administración de justicia.

¿En qué quedamos pues? Que hay convenciones que tenemos, que nos permiten funcionar como sociedad, pero que no guardan la mínima reflexión sobre su veracidad. Una de ellas es la positividad del conocimiento comunitario, pero el libre albedrío asentado a la hora de juzgar criminales.

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