Hace unos días Genaro García Luna recibió una condecoración por parte del gobierno colombiano, sin tener el aval del poder legislativo mexicano. La gravedad es mínima, sobre todo si se compara con la sarta de barbaridades que ya ha hecho. Lo interesante, en el contexto de la mentalidad legalista, es saber cuál es el argumento jurídico para no dar al traste con él.
La Constitución en su artículo 37, apartado C, fracción III, es clara: “la ciudadanía mexicana se pierde: […] Por aceptar o usar condecoraciones extranjeras sin permiso del Congreso Federal o de su Comisión Permanente”.
¿A título de qué no se aplica tan sanción? Una vez más, nadie discute la poca trascendencia del hecho: pero en el legalismo ciego defendido por el panismo (recuérdese el llamado “desafuero” de López Obrador), ¿Cómo por qué no se va aplicar esta norma, que por cierto tiene carácter supremo?
Comenta Juan Manuel Asaí en el periódico la Crónica: “¿No tenemos suficientes problemas reales y queremos generar algunos artificiales para no aburrirnos? ¡Qué desperdicio de tinta! Relevante, en cambio, es que tenga fundamento la información de que la Policía Federal detuvo al Negro Radilla, presunto autor intelectual del asesinato del grupo de jóvenes entre los que se encontraba el hijo del poeta Sicilia.”
¿Entonces el que haya violado la norma constitucional no ocurrió? ¿Es una imaginación “para no aburrirnos?” No vemos aquí lo artificial: el hecho sí ocurrió. Y bueno, es claro que si atrapó al Negro Radilla, entonces tiene derecho a violar una norma constitucional. Suponemos pues se trata de un nuevo programa de recompensas: si atrapase al “Chapo”, tendría derecho a convocar un nuevo congreso constituyente.
Asai concluye la mención del hecho con lo siguiente: “Abatir la impunidad es determinante para sacar al país en (sic) el hoyo en que se encuentra. Si el ingeniero usa la medallita colombiana es lo de menos.”. Con el adecuado casco de hermeneuta, lo anterior se traduce así: “Abatir el hecho de violar la ley y no ser castigado, es determinante para sacar al país del hoyo en que se encuentra. Si el ingeniero viola la ley y no es castigado, es lo de menos”. Es obvio pues lo que ocurre aquí: Asai es esquizofrénico.
Pero luego tenemos al señor de Carlos Marín, que señaló en su periódico Milenio: “La estupidez que impulsan en el Congreso […] para que sea sancionado hasta con perder… ¡la ciudadanía! […] supera la que muchos de ellos cometieron al facilitar que un presunto delincuente (Julio César Godoy) rindiera protesta para inmunizarlo con el fuero.
Diseñador de la policía modelo que México requiere (para la Federación y cada una de las entidades), su eficacia continúa corroborándose con la captura de los probables asesinos del hijo de Javier Sicilia, quien sin sustento racional alguno exigió su cese.”
Para el autor de estas líneas y mayor disfrute periodístico, lo mejor sería que la estulticia consiguiera quitarle a Genaro García Luna su condición de mexicano […]
No señor, el estúpido es usted; porque en primera, debe usted tener muchos pantalones para hablar de lo que no tiene idea: es usted un temerario. Pero no se crea que uno de esos que miran al peligro de frente, sino que escribe con la obnubilación de la ignorancia. Nadie pretende quitarle la nacionalidad… nadie sugirió siquiera esa idea… ¿de qué demonios habla?
La ciudadanía, señor: quitarle la ciudadanía. Y no es una ocurrencia: viene en la Constitución.
¿Y sabe qué? Los legisladores no cometieron nada ilegal al proteger al pillo ese, y el señor García Luna sí cometió algo ilegal. Convenimos en que lo que hicieron los legisladores, sólo se sostiene con el argumento legaloide; por lo demás fue infame. Pero bueno, ¿no que estamos en la fiesta de la legalidad? O cultura, o lo que sea.
Y eso de la policía modelo, “cuya eficiencia continúa corroborándose”, suponemos se refiere a que cada día menos mexicanos se muestran insatisfechos con los niveles de inseguridad, principalmente porque cada día hay menos mexicanos…
El argumento de fondo, lo que hace insultante que García Luna reciba su medallita y no le pase nada, es esto: ¿cuántos de nosotros, cuando violamos siquiera un vil reglamento, podemos argumentar que no quebrantamos una norma importante? ¿Que para qué tanto relajo?
Pues el señor García Luna sí puede argumentarlo al violar la Constitución. Que no vengan pues a joder con que los mexicanos somos iguales ante la ley; hay de mexicanos a mexicanos, y si eso ya lo sabíamos, esto fue tan grotesco, que duele.
En la imagen: El famoso doble del excelente Maestro Rafael Rocher, y también director del periódico Mileno, Mario Marín, con humo en la boca sin ninguna razón en específico.