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domingo, 30 de enero de 2011

El derecho, un desafío al sentido común.

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Lyotard en su libro “El diferendo” nos dice que una sinrazón consiste en un daño acompañado de la falta de elementos para probar el mismo. En este caso la víctima no puede demostrar lo que ocurrió, aunque realmente haya sucedido. El escritor pone como ejemplo, la sinrazón en que se encontraría una persona que quisiera probar el holocausto.

Así las cosas, hay que decir que nuestro derecho,  presenta un número amplio de sinrazones, incoherencias y de desafíos al sentido común que alejan por completo la idea de impartición de justicia, con la que se presentan nuestros tribunales.

Pongamos como ejemplo un juicio laboral. Una empresa con los mismos socios o dueños crean una persona moral( inexistente en la realidad, un mero nombre) para asumir ciertas responsabilidades, fiscales o laborales. Así, existen dos empresas, una que funciona realmente y otra que sólo asume  las responsabilidades. Ya en el juicio, la real niega la relación de trabajo y la ficticia se lo ofrece, para que regrese a su trabajo…  ¿Cómo explicar a un trabajador  que la empresa ficticia asume la relación de trabajo y la otra la niega? Y al mismo tiempo, ¿cómo es que  el representante legal puede comparecer únicamente por la inexistente, aunque en realidad represente a las dos, la real y la creación fantasiosa del derecho.?

Una sinrazón. El trabajador se ve con una empresa inexistente y no será capaz de ganar el juicio, aunque lo hayan despedido injustificadamente.

Las pruebas ofrecidas por los “descubrimientos de la ciencia”- una muestra más de lo anácronica que es incluso en su lenguaje la ley-, son causa de otra sinrazón.

Un trabajador tiene una fotografía con su patrón, su jefe, en el centro de trabajo. Tiene también tarjetas de presentación, credenciales o correos electrónicos, con el logo de la empresa. Tiene incluso uniformes, que le dieron mientras trabajó. El sentido común diría que esas pruebas deben ser tomadas como válidas y que el patrón no podría negar la relación laboral. Pero el sentido común choca de frente con el derecho, y una de sus causas “la astucia del mexicano”, el “ingenio mexicano”, o alguno de esos inventos que hemos creado para sentir que nadie puede con nuestra inteligencia. Afortunadamente, en algunos casos esa astucia resulta necesaria, para evitar leyes que son, a todas luces, absurdas. El caso es que esa astucia suele generar otro tipo de problemas y sinrazones en perjuicio del trabajador.

Una prueba así no es normalmente admitida, porque la Junta al hacer la valoración de esa prueba, llega a la conclusión que no es posible determinar si el patrón realmente hizo la credencial o el uniforme o envío el correo electrónico, porque bien pudo haber sido realizada unilateralmente por el trabajador. Lo cual puede resultar creíble si se toman en cuenta todas las argucias de las que pueden ser capaces trabajadores y abogados para “crear” un juicio y de las que son capaces las empresas y sus abogados para negar la relación laboral. La Junta pues, termina por  no creer en nada.

Es el duelo de astucias, que el maestro Mario de la Cueva quiso evitar al participar en las reformas procesales de 1980. Tal parece que no fue suficiente.

Imagen: Ilustración para "El Proceso" de Kafka.

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