En mi afición por la tauromaquia, de forma constante surgen inquietudes, nuevas ideas y propuestas para darle realce a nuestra querida fiesta, tratar de generar interés por ella, sobre todo en el grueso de la población. Y es lógico que cuando se adquieren nuevos conocimientos, a través de la lectura de autores conspicuos en la materia taurina, emanen nuevas ideas, se corrijan interpretaciones erróneas y aumente el bagaje taurino.
En contraste con lo anterior, en últimos tiempos me he topado con personas que manifiestan una aversión acre al arte de Cúchares. Y no sólo son contrastantes las respectivas posturas de aficionado y anti taurino, también lo es el profundo desconocimiento que estos personajes tienen por la historia de la fiesta brava, la estructura de la lidia, su evolución, y en general no tienen una idea concreta de lo que es la lidia de una res brava. Se dejan llevar por rumores, analizan (si acaso) una corrida de toros con un criterio monocorde: el de un espectáculo cruento, sin mayor fondo artístico o cultural.
Eso sí, no pongo en tela de juicio que haya otros más, que de forma concienzuda analicen el toreo, y que le parezca un espectáculo deleznable. Pero estas líneas no tienen como destinatarias a estas personas; desafortunadamente, como lo dije líneas arriba, a los sujetos que me he encontrado adolecen de temeridad y esto trae como consecuencia que hagan caricaturas de temas tan serios, entonces a ellos me refiero y escribo.
A través de la lectura de un artículo de Octavio Paredes López, -investigador y fundador del Cinvestav-IPN Irapuato- intitulado El canal 11, ¿es todavía del Politécnico?, donde hace mención del programa Toros y toreros nació la curiosidad de preguntar a algunos alumnos su opinión acerca de la fiesta brava. La mayoría por abulia, apatía o desconocimiento no contestó a tal interrogante en forma escrita. Cuando insistí para que se contestara en forma verbal, salieron a relucir los amigos de los lugares comunes: “pobres animales”, “¿dónde quedan los derechos de los animales?” (Yo me pregunto dónde quedan sus deberes u obligaciones) “qué crueldad”,… Y entre tanto grito y sinrazones preferí dejar el tema ahí concluido.
También en esos momentos se cuestionó (y que conste que no utilizo la palabra como sinónimo de interrogante) a la tauromaquia como actividad artística. En mi opinión, no cabe duda que sí es un arte, y para no terminar en un despropósito, utilizo siempre tres elementos: la plasticidad, la parsimonia y la técnica depurada para justificar la estética del toreo. Esos son los elementos que pueden llevar a una exaltación de los sentimientos y pasiones durante la lidia de un toro bravo.
Esta exaltación únicamente se logra cuando la persona tiene los conocimientos suficientes de la lidia de un toro, de otra forma se quedará miserablemente con la interpretación simplona de la tortura de un animal.
Habrá muchos, tal vez una mayoría, que les parezca que la tauromaquia no está envestida de los atributos mencionados, en este caso ya se trata de opiniones subjetivas del arte; estoy cierto que cuando la fiesta de toros se aprecia con un criterio y conocimientos amplios, de su historia, del por qué de las suertes, la evolución de éstas, sólo así se podrá estar consciente de su belleza.
Todo esto nos lleva a una clara conclusión: para hablar de toros primero hay que darse la oportunidad de estudiar el por qué de la fiesta, y no quedarse con rumores, con falsos datos y con los prejuicios animalistas de rigor. Y aunque parece obvia semejante conclusión, en estos tiempos crece la frecuencia de situaciones donde se carece de la honestidad intelectual para no emitir sentencias temerarias cuando se desconoce por completo del tema. En términos periodísticos: no se tienen los datos duros, tan necesarios en cualquier discusión.
MGG.