En 1995 al psiquiatra Ivan Goldberg se le ocurrió gastar una broma en su página de internet: creó el "desorden de adicción a internet". Inventó sus síntomas, como necesidad de estar conectado, de ansiedad y de movimiento involuntario de los dedos para teclear. Luego de ello recibió mensajes en donde le decían que se identificaban con los síntomas. Sí, el internet también nos muestra que todos queremos encajar en un grupo, sea como sea.
Luego de 15 años, los investigadores niegan que exista tal cosa. "En 25 años de profesión no he conocido ni un solo paciente que la tenga. Es como hablar de adictos al teléfono, no tiene sentido." asegura Miguel Gaona, médico psiquiatra especializado en adicciones y doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid.
Así pues, tal adicción a internet, no es más que una vieja broma. Lo que sí parece cierto es que el uso de este medio ha producido una necesidad imperiosa de hablar y de opinar sobre todo lo que sea posible. "La opinión del hijo del vecino", es el título de un artículo del escritor Javier Marías en donde habla de estos asuntos. Se refiere a las opiniones que son vertidas en los medios referidas a cuestiones técnicas especializadas.
"Pero la cosa adquiere un grado de perversión mayor cuando se trata de programas “serios” y no de mero despellejamiento –tertulias o debates sobre alguna materia compleja– y se invita a los espectadores legos a que manden sus opiniones: “Ante el plan de ajuste del Gobierno, ¿por dónde recortaría usted?”, lo cual viene a ser como preguntarles: “Ante una operación de cerebro, ¿por dónde abriría el cráneo?”, o “Prospecciones petrolíferas: ¿por dónde buscaría usted?” ¿Cuál es el sentido de dar entrada a los profanos en cuestiones técnicas sobre las que no tienen ni idea, aparte de halagarlos con malas artes?"
"Pero la cosa adquiere un grado de perversión mayor cuando se trata de programas “serios” y no de mero despellejamiento –tertulias o debates sobre alguna materia compleja– y se invita a los espectadores legos a que manden sus opiniones: “Ante el plan de ajuste del Gobierno, ¿por dónde recortaría usted?”, lo cual viene a ser como preguntarles: “Ante una operación de cerebro, ¿por dónde abriría el cráneo?”, o “Prospecciones petrolíferas: ¿por dónde buscaría usted?” ¿Cuál es el sentido de dar entrada a los profanos en cuestiones técnicas sobre las que no tienen ni idea, aparte de halagarlos con malas artes?"
En efecto, el problema es precisamente que a las personas se les pida su opinión sobre una medida gubernamental. Eso, su opinión que no es vinculante y que da la mera sensación de participar en una democracia.
"Crea la falsa impresión de que “Tengo derecho a opinar de todo, aunque no sepa nada del asunto. Que me lo pregunten todo porque soy ‘la opinión pública’ y se ha de contar conmigo hasta en el último detalle”. Da a los bobos presumidos la sensación ilusa de que “participan”, cuando lo que ellos expresen sobre esa pantalla (se refiere a los mensajes SMS transmitidos por la televisión) carece de toda incidencia en la realidad política[...]Menos mensajitos presuntuosos, caros e inútiles, menos dejarse estafar, y un poco más de atar cabos, o de razonamiento.
Enlace:
[] Noticia: La opinión del hijo del vecino.