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viernes, 21 de mayo de 2010

Falta de imaginación.

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Haruki Murakami es un escritor contemporáneo que en sus libros se da tiempo para hablar de cierto tipo de política, repetitiva  panfletaria; y sobre los valores que enaltecen ciertos grupos de derechos humanos, para incidir en las políticas públicas.

En su libro, Norgewian Wood, uno de sus personajes acude a una reunión de marxistas y, cansado de su palabrería expresa: "El problema de estos tipos no es el poder estatal, es su falta de imaginación".

En otro libro, Kafka en la orilla, dos mujeres acuden a una biblioteca pequeña y de escasa afluencia. Tienen como objetivo cerciorarse de que las instalaciones cumplan con los requisitos mínimos de equidad y acceso a las mujeres. Y encuentran algunos problemas desde el punto de vista de la mujer: no hay lavabo para mujeres y el catálogo está ordenado por sexos- a lo que no oponen ninguna objeción-pero sí al hecho de que en el mismo, los hombres van por delante de las mujeres, algo que les parece una injusticia que va en contra del principio de igualdad entre los sexos. A lo que el bibliotecario les responde que la biblioteca es pequeña y no han tenido necesidad de poner otro baño, además de que los usuarios no han tenido quejas.  Sobre el catálogo pregunta:¿ Se enfada porque en el alfabeto la "ge" va detrás de la "efe"? ¿ Piensa hacer la revolución porque la página 68 del libro va detrás de la 67? Y explica que han hecho todo lo posible por mantener una biblioteca para todos aquellos que aman leer.

Las mujeres le responden que es un macho machista, un patético ejemplo histórico de macho falócrata. Que el tema de los lavabos y el catálogo no es más que un detalle, pero que empezar por los detalles es la única forma posible de erradicar de esta sociedad la falta de conciencia que la lastra.

Cansado pues, de la situación, el bibliotecario les enseña su identificación en donde, de un giro, demuestra que no es un hombre-como aparenta- sino que es una mujer. Las otras mujeres se quedan perplejas ante esta situación, recogen sus cosas y se van.

Oshima, el bibliotecario al platicar con su compañero de trabajo, y protagonista del libro, concluye: Sólo que ya estoy más que harto de la gente sin imaginación[...] Personas que suplen su falta de imaginación, esa parte vacía, con filfa insensible, y que van por el mundo sin percatarse de ello. Peronas que intentan imponer a la fuerza a los demás esa insensibilidad soltando, una tras otra, palabras huecas[...]Sean gays, lesbianas, heterosexuales, feministas, cerdos fascistas, comunistas, Hare Krishnas. A mí tanto me da. A mí no me importa la bandera que enarbolen. Lo que yo no puedo soportar es a esos tipos huecos[...] Sujetos estrechos de miras, intolerantes y sin imaginación. Tesis desconectadas de la realidad, terminología vacía, idales usurpados, sistemas inflexibles. Son estas cosas las que a mí, realmente, me dan miedo. Son estas cosas las que temo y odio de corazón[...]Yo no puedo tomarme a risa a gente como esa.

Imagen: Murakami

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