En la presente época del toreo, las suertes con el capote sirven para probar al toro de salida, esto es, para conocer las primeras embestidas del toro, y saber qué tanto lucimiento podrá permitir durante la faena de muleta, que es en este tiempo, el tercio principal dentro de la lidia de una res brava.
En la llamada vieja lidia, por los últimos años decimonónicos y primeros del siglo XX, la fiesta se centraba en los primeros dos tercios: el toreo de capa y la suerte con los garapullos; los muletazos quedaban en segundo plano, y era una auténtica lidia del toro, pues se utilizaba la franela para dar pases de pitón y pitón, con el fin de dominar al burel y terminar por clavar la estocada que pusiera fin a su vida.
Por esta razón se afirma, y puede ser cierto, que los toreros de las épocas de oro y plata tuvieron un dominio de todas las suertes del toreo, y eran diestros completos. Centrémonos pues en esta ocasión, en las suertes con el capote.
Son en verdad variadas las suertes que con el percal han concebido los imaginativos maestros de la tauromaquia, así como variados son los nombres de las mismas. Si consideramos que es con este trozo de algodón, con lo que los toreros saludan a su enemigo (en algunas interpretaciones del toreo no se considera al astado como su enemigo, V.g. el toreo anticombativo), debemos hacer la mención que la embestida del toro no será la misma que cuando se esté en el tercio de muerte.
Esta distinción debe estar clara en cualquier aficionado, ya que cuando el toro va de salida, está en plenitud de facultades, ya que no ha sido castigado por los hombres del castoreño, y cuajar la embestida en este momento es una tarea titánica y quirúrgica. Tal vez sea esta la razón por la que los buenos aficionados al arte de Cúchares consideren a unos buenos lances y quites inconmensurables y que valen toda una corrida.
Son muchos los grandes exponentes del toreo de capa y del lance fundamental del toreo: la verónica. Llamada así por el recuerdo de la mujer que con un paño enjugó la sangre y sudor del Cristo, y que al enseñar con ambas manos aquél, mostró estampada la imagen de su rostro.
Si bien en los estilos de torear y los gustos de cada aficionado nunca podrá haber consenso, una gran parte de estos considera que el mejor capote de la historia ha sido el del gitano Rafael de Paula:“Er Paula”. Los lances a la verónica ejecutados por De Paula, han sido insuperables, bordados con genio y maestría.
Sin embargo, este torero nacido en Jerez de la Frontera, nunca tuvo la técnica para ser un monstruo del toreo. El crítico Domingo Delgado de la Cámara describe con claridad meridiana el drama de Rafael de Paula: “¡Cuánto me ha hecho sufrir a mí Rafael de Paula! No entendía cómo era posible que un torero tan fabulosamente dotado artísticamente no tuviera el más mínimo valor ni el más mínimo bagaje técnico para poder desarrollar su arte”[1].
Cuando leo estas palabras, ipso facto se me viene a la mente el querido David Silveti, “El rey David”. Y no es porque el toreo de David careciera de técnica o valor (al contrario tenía un valor único, no del tipo tremendista, sino un valor directamente proporcional a su arte), más bien porque carecía de las mínimas facultades físicas que un diestro debe poseer. Esta triste y trágica condición hizo de las faenas de Silveti, las más dramáticas vividas en el coso de la colonia Noche Buena. El hado del Rey fue tener un arte sin par y unas extremidades inferiores mermadas y cosidas a cornadas. Sus capacidades –más bien incapacidades- físicas, terminaron con su carrera; el arte acabó con su vida, pues al no poder expresarlo, el suicidio lo alcanzó, así le llegó la fatalidad.
Más allá de las palabras, la tauromaquia son las imágenes que dejan recuerdos imborrables, aquí presentamos algunos momentos del toreo de capa de estos dos grandes estetas, aunque para fines didácticos, el tercer vídeo es más esclarecedor y ameno, para entender el toreo de capa.
Rafael de Paula, verónicas.
David Silveti, quite por tafalleras.
Maestros con el percal.
[1] Domingo Delgado de la Cámara. Revisión del toreo. Fuentes, caminos y estilos en el arte de torear, Alianza Editorial, Madrid, España, 2002.