Se ha comentado ya en el Fénix el próximo matrimonio del inescrutable César Nava con Patylu, y todos también recordamos al gobernador del Estado de México y a su televisiva compañera.
¿Por qué esto es noticia? ¿Por qué esto puede ser comentado? En circunstancias normales, la decisión de dos personas para casarse (quizá puedan ser tres, si a algún avezado progresista se le ocurre hacer de esa su nueva bandera) suele plantearse en la privacidad, como un asunto que no podría interesar más que al círculo que rodea a tales personas.
Pero siempre existe algún político dispuesto a hacer de sus relaciones personales, un circo. Peña Nieto es un ejemplo, y bueno, César Nava es otro.
La falta de valores, de solidez en sus propuestas, de coherencia en sus acciones; caray, la falta de convicciones más allá de los amarres infames y el tráfico de intereses, tienen que ser sustituidas por el brillo y la magia que sólo una pareja televisiva puede generar.
La personalidad de Patylu es irrelevante, al igual que la de “La Gaviota”. Lo relevante es la necesidad de estos señores de utilizar la figura matrimonial como otro producto mercadotécnico. Eso también es un insulto a esos “venerables” valores mexicanos que la derecha suele defender atacando a los que no piensan como ellos, y sin embargo nadie ha alzado la voz en contra de tal explotación comercial y política del matrimonio.
Estos elfos convierten su vida en un producto susceptible de promocionarse en la televisión. Pero lo alarmante es que permitamos que un producto televisivo tenga parte en la vida política en nuestro país. No es posible que los políticos ganen fuerza, de la misma forma en que se posicionan en las preferencias populares un jamón o un acondicionador.
Es despreciable que conviertan a México en una pasarela para sus complejos de fama y de poder. Pero en lo que definitivamente tienen que estar equivocados, es en el considerarnos panolis simplones y rupestres, que a fuerza de comerciales, han de obviar las estupideces (Nava) y las tremendas violaciones a los derechos humanos (Peña Nieto) que han cometido. No pueden tener razón. Simplemente no pueden, o al menos más nos vale que no la tengan.