El investigador Carlos Valdés del Insituto de Geofísica de la UNAM advirtió que el volcán ha presentado desde hace algún tiempo crecimiento de domos de lava en su interior
Rosy Silva
El poder de cualquier volcán vivo es destructivo, además de los gases que desprende, antes de hacer una erupción, se presenta un movimiento telúrico que puede afectar a las poblaciones que se encuentran aledañas al volcán.
“A lo largo de su historia ha tenido muchas etapas eruptivas, al menos 13 en los últimos 400 años. Más recientemente, en 1993, comenzó a manifestar una creciente actividad que culminó el 21 de diciembre de 1994 con una emisión de ceniza, la cual generó inquietud entre las autoridades y la población.
Desde entonces, aunque no ha sido tan evidente, el volcán sigue teniendo crecimientos de domos de lava en su interior”, advirtió el investigador Carlos Valdés, del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Estudiosos del Popocatepetl mencionan que cada milenio tiene una etapa eruptiva mayor, en la que se generan grandes cantidades de lodo, lanza piedras y emisiones de ceniza caliente. Su reciente actividad es tan ligera a comparación de la fuerza explosiva que puede alcanzar.
El problema de que el volcán haga erupción de forma violenta radica principalmente en que, actualmente, ha habido un aumento de la población en las cercanías del "Popo".
“Su lava es muy viscosa y por las grandes dimensiones del cráter no puede brotar, se mantiene en el interior, donde se enfría y se convierte en un verdadero tapón que impide el escape de los gases. Sin embargo, la presión interna aumenta hasta que finalmente produce una fuerte explosión.” Destaca el doctor Valdés, científico asociado al monitoreo del Popocatepetl.
La ceniza que pueda caer del volcán, puede dañar la maquinaria de los aviones y obstruir el drenaje de las ciudades, pero los gases que emanarán de él no representan un riesgo para la salud.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), junto con investigadores de los Institutos de Geofísica y de Ingeniería de la UNAM, mantiene desde 1994 un sistema de vigilancia constante para percibir y evaluar el estado de actividad, así como el riesgo asociado con el Popocatepetl. Básicamente consiste en cuatro tipos de monitoreo:
1. Sísmico, el cual incluye la colocación de sismómetros en las laderas del volcán para medir su actividad.
2. Geodésico, cuyo objetivo es calcular la deformación del edificio volcánico ocasionada por la actividad interna.
3. Visual, a través de la toma de fotografías aéreas del exterior del coloso y del interior del cráter.
4. Geoquímico, basado en el análisis de muestras de ceniza, gases y manantiales que corren bajo el volcán.
Estudiosos del Popocatepetl mencionan que cada milenio tiene una etapa eruptiva mayor, en la que se generan grandes cantidades de lodo, lanza piedras y emisiones de ceniza caliente. Su reciente actividad es tan ligera a comparación de la fuerza explosiva que puede alcanzar.
El problema de que el volcán haga erupción de forma violenta radica principalmente en que, actualmente, ha habido un aumento de la población en las cercanías del "Popo".
“Su lava es muy viscosa y por las grandes dimensiones del cráter no puede brotar, se mantiene en el interior, donde se enfría y se convierte en un verdadero tapón que impide el escape de los gases. Sin embargo, la presión interna aumenta hasta que finalmente produce una fuerte explosión.” Destaca el doctor Valdés, científico asociado al monitoreo del Popocatepetl.
La ceniza que pueda caer del volcán, puede dañar la maquinaria de los aviones y obstruir el drenaje de las ciudades, pero los gases que emanarán de él no representan un riesgo para la salud.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), junto con investigadores de los Institutos de Geofísica y de Ingeniería de la UNAM, mantiene desde 1994 un sistema de vigilancia constante para percibir y evaluar el estado de actividad, así como el riesgo asociado con el Popocatepetl. Básicamente consiste en cuatro tipos de monitoreo:
1. Sísmico, el cual incluye la colocación de sismómetros en las laderas del volcán para medir su actividad.
2. Geodésico, cuyo objetivo es calcular la deformación del edificio volcánico ocasionada por la actividad interna.
3. Visual, a través de la toma de fotografías aéreas del exterior del coloso y del interior del cráter.
4. Geoquímico, basado en el análisis de muestras de ceniza, gases y manantiales que corren bajo el volcán.
Estos datos permiten reconocer si el volcán está entrando a una fase eruptiva crítica.
Dicho de otro modo: cuando presenta movimientos sísmicos repetitivos, desplazamiento de sus laderas o se detecta boro en los gases expulsados, un elemento químico que indica el ingreso de nuevo magma a las partes superiores del volcán, la erupción está a punto de ocurrir.
Entonces, será es el momento de poner en marcha el plan de protección civil previamente establecido por las autoridades mexicanas.
Sin embargo, es un hecho que este programa deberá ir incrementando en su capacidad de reacción, en la medida que las zonas aledañas están poblándose de una manera exponencial.