Se dio a conocer la semana pasada la presunta violación que cometió Marcial Maciel en contra de sus hijos. También se dieron a conocer diversos maltratos y abusos sexuales en un coro de niños de Ratisbona, Alemania, dirigido por el obispo Georg Ratzinger, hermano del actual Papa. Si bien las acusaciones se dirigen a sus subalternos, el obispo Ratzinger es señalado por su negligencia en el cuidado de tales niños.
Es indubitable que los escándalos sexuales han dañado mucho la reputación de la jerarquía católica, especialmente porque tales delincuentes sexuales a menudo son protegidos por el resto de la misma.
Existe un dilema para cualquier obispo: ¿debe exhibirse y entregarse al sacerdote con conductas pederastas? El obispo debe comprender, reconfortar a su subordinado, y en generar odiar al pecado, no al pecador; tal es su misión. El más terrible criminal debe tener en los pastores de la iglesia, y muy particularmente en el obispo, un sosiego y una certeza de que no será señalado, sino antes bien perdonado si acaso muestra un sincero arrepentimiento. Tal es la esencia de la religión católica.
El dilema empero es esclarecido cuando se agrega la existencia de una víctima, tan merecedora de sosiego y de justicia como el criminal; si a lo anterior se añade una notoria perversidad sexual, como en el caso de Marcial Maciel, que fornicaba con todo aquello que respiraba.
El obispo, pastor de su pueblo, debe velar primordialmente por los más desprotegidos. La paciencia y el perdón que todo hombre merece por su condición falible, no debe ser óbice para que el obispo proteja a su diócesis (como muchos obispos norteamericanos hicieron, al prohibir a los Legionarios de Cristo tener contacto con menores de 18 años) y en general a todas la sociedad.
El obispo, pastor de su pueblo, debe velar primordialmente por los más desprotegidos. La paciencia y el perdón que todo hombre merece por su condición falible, no debe ser óbice para que el obispo proteja a su diócesis (como muchos obispos norteamericanos hicieron, al prohibir a los Legionarios de Cristo tener contacto con menores de 18 años) y en general a todas la sociedad.
La Iglesia debe ser tajantemente honesta respecto a estos casos; la impunidad genera más crimen, y los crímenes sexuales dañan muy sensiblemente la credibilidad del magisterio eclesial. Así pues, es de desearse que, tras la investigación que el Vaticano ha ordenado que se realice acerca de los Legionarios de Cristo, el Papa decida la desaparición de dicha congregación religiosa. Si bien no todos sus miembros participaron en las tropelías de su fundador, lo cierto es que toda la congregación está empapada del pensamiento y la obra de Marcial Maciel.
No puede permitirse que la obra de un criminal degenerado, encubierto por la cobardía e hipocresía de sus colaboradores, siga dando testimonio sobre los altísimos valores en los que supuestamente la Iglesia cree.