El 20 de diciembre de 2009, en la columna "El Cristalazo Semanal" del periódico La Crónica, el preclaro periodista Rafael Cardona, refiere la crítica que hacen los investigadores del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM a la segunda vuelta electoral en las elecciones presidenciales. Ésta crítica es parte de un documento emitido por el referido Instituto, donde hace su propia propuesta de "reforma del Estado".
Al margen de las diversas propuestas que se realizan, enumeramos las razones esgrimidas para rechazar la segunda vuelta electoral:
1) "Puede promover el hiperpresidencialismo, que precisamente se trata de superar con el proceso de reforma del Estado"
2) "Promueve el oportunismo electoral de los partidos políticos al producir incentivos para la formación de coaliciones electorales sin un mínimo de coherencia ideológica"
3) "Es además, un sistema electoral más caro para los contribuyentes, por el hecho de que estos tienen que sufragar una segunda elección"
4) "Por último, una segunda vuelta electoral no construye mayorías de gobierno, sino las más efímeras coaliciones electorales"
Seguramente un borrador del documento también culpaba a la segunda vuelta electoral del SIDA. Sin embargo, conviene reflexionar lo siguente:
PRIMERA CRÍTICA: ¿Por qué promueve el hiperpresidencialismo? La respuesta, indudablemente sería "porque el presidente gozará de mayor legitimidad, al haber obtenido, en una segunda vuelta, la mayoría absoluta y no relativa de votos". Así que la noción de "hiperpresidencialismo" refiere a una Presidencia que esté firmemente establecida en una mayoría absoluta de votos y que, quizá, no tendrá que recurrir a prótesis emocionales de naturaleza militar (como calificó Manuel Espino los intentos de legitimarse del presidente Calderón a través del uso del ejécito, en entrevista reciente con el periodista Álvaro Delgado).
¿Se verán aumentadas sus facultades por esta segunda vuelta electoral? No. Entonces, la noción de "hiperpresidencialismo" es bastante vaga, y en realidad, se refiere a evitar que un presidente tenga legitimidad y por lo tanto, al tenerla, se sienta verdadero representante popular.
La segunda vuelta no le da mayores facultades al presidente, sólo le da mayor legitimidad que redunda, efectivamente, en mayor campo político para maniobrar, por haber sido precisamente electo por la mayoría de los votantes.
SEGUNDA CRÍTICA: La afirmación de que la segunda vuelta promoverá alianzas oportunistas sin coherencia ideológica, requiere probar que los partidos políticos tienen actualmente una firme ideología en su actuar político, y no sólo en sus estatutos. Esto a todas luces es falso: los actuales partidos políticos no tienen una línea ideológica definida ante la población, excepción hecha a los asuntos de equidad de grupos homosexuales y de cuestiones sobre aborto, donde el PAN ciertamente sí ha sido coherente y ha defendido una clara ideología. Amén (.) de lo anterior, creer que los presidentes municipales, diputados, senadores y gobernadores defienden una ideología, o si quiera conocen cómo se escribe tal palabra, es bastante ingenuo. El político mexicano es el afanoso arribista que persigue mayores remuneraciones y mayores cargos, y no el sacrificado mártir de causas nobles.
Lo anterior es producto de la vertiginosa degradación moral de nuestra sociedad (misma a la que se refiere el periodista Rafael Cardona como causa del avance del narcotráfico, en la misma columna). Una vez más, la segunda vuelta electoral sólo producirá lo que ya se tiene, y ni hará más nobles a nuestros políticos, ni menos nobles. Las alianzas convenencieras entre partidos son moneda diaria, y es obvio que se presentará también en una segunda vuelta... y sin ella. No empeorará el ámbito político, y tampoco será la culpable de "efímeras coaliciones electorales" como se mencionan en la cuarta crítica del Instituto, pues éstas ya existen aún sin segunda vuelta, y han consisitido ya no se diga en partidos políticos, sino también en infames alianzas con medios de comunicación y grupos empresariales. La segunda vuelta es inocente de todos esto.
TERCERA CRÍTICA: El argumento del costo es cierto, pero su peso es relativo: ¿acaso no hablan los comunicadores y funcionarios electorales de la "fiesta de la democracia" (http://pac.ife.org.mx/docs/boletin08.pdf , página 2) ? ¿qué buena fiesta no implica gastos?Bueno, más allá de la nomenclatura absurda y cursi que les encanta a los nimios comunicadores, las elecciones en efecto son caras; sin embargo, el precio de la segunda vuelta sí ofrece un beneficio ostensible, y si no, basta reflexionar lo mucho que hubiera convenido al país si en las elecciones presidenciales de 2006 hubiese existido dicha segunda vuelta electoral. La legitimidad es precisamente la esencia del proceso democrático, y ahora resulta que es el único precio que no están dispuestos a pagar. En la "fiesta de la democracia", los tecnócratas gastan en hielos y vasos, pero ya no hay dinero para el licor.
Alfonso Galván Robles