- En este voluminoso libro, Martha Fernández consigue sus propósitos: informarnos y conmovernos, mostrarnos la grandeza de una fe o religión que ha destruido, sí, pero que sobre los basamentos de las ruinas edificó templos espléndidos dedicados a un culto preocupado por los valores estéticos, lo que podría probarnos que estamos ante deidades que sólo están satisfechas si la catedral, el convento, la iglesia o el templo tiene hermosura y posee una serie de enigmas que forman parte del gran secreto de Dios, acorde a sus ofrecimientos hechos a través de textos bíblicos y de la palabra del propio hijo de Dios, Jesucristo, el redentor.Esos escritores, periodistas y habitantes de la noche organizaban en la oscuridad de sus gabinetes orgías que habrían querido satánicas. Se torturaban por adquirir la palidez del rostro, los ojos desorbitados, inventaban sueños de ajenjo, defendían la libertad de la noche, el callejón de las putas, los interiores libres de las casas de verano en Xochimilco. En sus sueños diurnos eran decadentes rumbo a Tlalpan, donde organizaban faunalias, grandes fiestas de sátiros y ninfas. Creían, además, que la locura era la esencia del arte. Crearon un mundo privado que se convirtió en la más larga noche que recuerde el periodismo mexicano.
Han transcurrido nada menos que treinta y cuatro años, le dije a Wenzel, y sin embargo, todavía hoy, cada vez que veo a un joven correr por la calle como alma que lleva el diablo, no puedo evitar acordarme de mí aquella noche. Deseo pensar que el jo ven en cuestión tan sólo lleva prisa porque llega tarde a una cita, o al trabajo; o que simplemente intenta pillar un autobús o un tren a punto de arrancar; o incluso que huye de una carga de la policía como los de mi generación huíamos de los “grises” a veces, y también entonces corríamos como posesos.El hambre y la sed de justicia ya nos llevan directo a una etapa pre-papal.
domingo, 25 de marzo de 2012
Miscelánea Fénix.
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