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domingo, 4 de diciembre de 2011

El cine y la farándula por Chucho Valdés.

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El que una película esté rodeada de una gran atención mediática, que haya sido esperada por mucho tiempo, que tenga un lanzamiento que se convierta en un verdadero evento para el mundo del cine con funciones de media noche y preventas que se agotan semanas antes— y claro, que genere enormes entradas en taquilla durante su exhibición, no siempre equivale a que sea en verdad un gran filme. De algunos años para acá, son pocos los ejemplos que me vienen a la mente en los que un gran evento cinematográfico haya sido sinónimo de calidad; pongamos por caso Batman: The Darknight , El Señor de los Anillos y, un poco a regañadientes, diría que hasta Avatar.  

La vida, cuyos caminos no son siempre los que uno imagina (como todos bien sabemos), me hizo partícipe del más reciente evento de taquilla: Amanecer Parte 1, la cuarta entrega de la saga Crepúsculo, quizás uno de los ejemplos más emblemáticos de lo deprimente que puede resultar un gran estreno. De verdad no es querer exagerar, pero ya hacía un buen tiempo que no sentía ese repentino deseo de morir a media proyección. Y no precisamente porque la cinta fuera aburrida, que no lo es del todo, pero es que es muy difícil encontrar algo que involuntariamente sea tan falto de sentido. 

Preciso es confesar que nunca he sido lector de las novelas que han inspirado la saga (que dios guarde la hora), así que no podría decir si se trata de un problema de origen —de la historia misma— o una pésima adaptación. Y es que para lograr un conflicto para la trama, los personajes se vuelven idiotas que toman las decisiones más ilógicas e incoherentes, que en un momento expresan un muy buen argumento sobre un punto, pero al segundo siguiente actúan de manera totalmente opuesta solo para que la historia tenga una dirección. Desde mi punto de vista se vale crear un personaje ingenuo, distraído, torpe, estúpido, etc., cuyos problemas se vean justificados por esas características —digamos Mr. Bean—, pero disfrazar la absoluta estulticia de tus personajes con un halo de drama y supuesto romanticismo, más que pretencioso, es una verdadera tomada de pelo. Obviamente, si una historia descansa en personajes tan flojos e incoherentes, es risible, pero si además se presenta a sí misma como lo contrario, es completamente ridícula. 

Por otro lado, ha sido muy comentado el manejo de la sexualidad a lo largo de la saga, expresada en la contención vampírica de varios apetitos carnales. Esto ya parecía absurdo en entregas anteriores, pero en Amanecer llegamos a nivel insospechado de chabacanería. En serio, aunque sus promotores quieren hacer ver a la historia como un elemento que pueda poner en contacto a los adolescentes con su sexualidad de una manera más abierta, al final siempre resulta que hay un problema con el sexo, hay algo prohibido, malo o, cuando menos, algo que no está del todo bien o no acaba de hacer clic, lo que no deja de parecerme bastante oscurantista. 

Bueno, ¿y de qué va la película? Bella y Edward por fin se casan en una esplendorosa boda, y cuando parece que por fin podrán ser el uno para el otro una vez que Bella sea convertida en vampiro, deciden esperar para la transformación hasta que haya pasado la luna de miel, puesto que… Puesto que si no, no habría material para el resto de la película, solo por eso. Una vez en la
luna de miel, y después de varias cursilerías, la pareja consuma su amor (jajajaja). No obstante, como era de esperarse, algo no termina de estar bien y ¿a que no adivinan qué pasa? ¿Será posible que tengan tan buena —o mala— suerte para que algo malo ocurra justo en la luna de miel? La verdad es que el resto es bastante predecible. 

Cada quien la ve bajo su propio riesgo, pero como decíamos al principio, esos caminos de la vida…

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