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domingo, 13 de febrero de 2011

¿Por qué pues te admiras que escriba? También me admiro yo.

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Con esta frase (Cur igitur scribam, miraris? Miror et ipse), Ovidio expresa, en sus Epístolas desde el Ponto, la imposibilidad de dedicarse a otra cosa que no sea su vocación.

Se trata pues de no negar la vida; la vida entendida como una construcción (no como algo dado, es decir, en el sentido biológico), una construcción en la cual debemos hacer lo que queremos; sólo así podemos hablar de una vida “nuestra”, y no un simple decurso del tiempo, de una simple participación en el transcurrir de los hechos.

Una línea antes el poeta latino dice: “at puto, fructus adest, iustissima causa laborum, et sata cum multo faenore reddit ager? Tempus ad hoc nobis, repetas licet omnia, nullum profuit –atque utinam non nocuisset!- opus.” “¿Mas pienso, llega el fruto, causa de mis labores justísima, y el agro me vuelve los granos con mucha usura? Hasta este tiempo –¡ y ojalá no me hubiese alguna dañado!- ninguna obra, aunque todas recuerdes, fueme útil.”

No se trata pues de no vivir apegado a las ansias materiales; es motor de nuestro deseo de trabajar. La vocación llama a la creación, y en ese sentido, es una producción, que por supuesto rendirá ganancias. Pero se queja el autor que no sólo no obtiene lo que espera, sino que hasta sale con perjuicios.

Y sigue: “[…] scilicet est cupidus studiorum quisque suorum, tempus et adsueta ponere in arte iuvat. Saucius eiurat pugnam gladiator, et ídem inmemor antiqui vulneris arma capit […] cum bene quaesieris quid agam, magis utile nil est artibus his, quae nil utilitatis habent.Consequor ex illis casus oblivia nostri: hanc messem satis est si mea reddit humus. Gloria vos acuat, vos, ut recitata probentur carmina, Pieriis invigilate choris.” “Cada uno, sin duda, de sus estudios está apasionado, y agrádale en arte usual gastar el tiempo. El gladiador maltrecho renuncia a la lucha, y él mismo sin recordar la herida vieja las armas toma […] Aunque indagases bien qué hago, nada hay más útil que tales artes, que no tienen utilidad ninguna. Por ellas olvidos de mi desgracia consigo: si esta cosecha rinde mi tierra, basta. Que la gloria te anime, a coros pierios conságrate, para que se estimen tus recitados cármenes”.

Ovidio desnuda a la vocación: es una llamada que raya en lo irracional: nos empuja, y en realidad sólo podemos evitarla si luchamos contra el deseo de hacer nuestra vida, en verdad nuestra. La satisfacción de hacer lo que uno quiere es tal que todas las desgracias borra. Pero no es lo único: la vida auténtica resplandece, y lleva a la cúspide,–la corona de una vida bella, de una estética en lo que hemos producido-, que en el caso del poeta, es la de dedicarse a coros pierios (es decir, poéticos). No puede aducirse belleza alguna en la labor obligada; en el “sobrevivir” meramente, en el trabajo autómata. Hay un deleite en el “cumplir”; pero puede vivirse y por tanto cumplir.

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