El papa ha llamado a la Sacra Rota Romana (segunda instancia de la nulidad de un matrimonio religioso católico) a respetar la ley y proteger el matrimonio, ante el gran número de nulidades que otorgan.
“No es verdad que, para ser más pastoral, el derecho deba hacerse menos jurídico” ha dicho el pontífice, y lo cierto es que las consideraciones terapéuticas, es decir, que tiendan al cuidado de la individualidad de los cónyuges, o al bien de la comunidad de bienes, al margen del contenido de la fe católica –que nutre al código de derecho canónico- no deben tomarse como salidas en las resoluciones. Así pues, el matrimonio eclesiástico debe sostenerse, hasta que sea jurídicamente imposible hacerlo. Hasta que haya pruebas irrefutables de su nulidad.
El Código de Derecho Canónico reconoce como único matrimonio entre católicos (bautizados) al que se realiza con la forma eclesial; en ese sentido, tener la voluntad de permanecer juntos toda la vida, comprometerse a ello, pero acudir a una autoridad distinta a la eclesial, equivaldría a en el derecho civil, querer casarse y acudir ante un juez penal. La voluntad y acuerdo sobre el objeto no es suficiente, pues la solemnidad es esencial. El sacerdote o el diácono, si bien no administra el sacramento (se lo administran los cónyuges, y el religioso sólo es testigo), es indispensable.
Sólo entonces podemos hablar que la Iglesia reconoce a los matrimonios civiles que se realizan entre no católicos. Todo lo demás, para la fe católica, no es matrimonio. Y quizá el desdoblamiento tan reciente (del siglo XIX) entre matrimonio civil y eclesiástico que vive el mundo cristiano, ha permitido desgajar lo que debe ser la naturaleza de una unión que se pretende para toda la vida: incondicional, fiel, amorosa, perseverante, con una descendencia amplia, todo lo anterior según lo que fue el matrimonio en los siglos anteriores. Pero también puede ser que ahora sale a la luz lo que siempre ha ocurrido, que ahora nos confrontamos abiertamente con el mito de la unión perfecta y entonces quizá el punto siguiente de la reflexión sería reconocer que las instituciones pueden lograr su cometido así tengan un nivel elevadísimo de falibilidad. Debe existir un punto empero que se mantenga incólume; algo debe permanecer, para poder hablar de que el matrimonio subsiste, tras cientos de años; ¿cuál será ese punto? Consideramos es el acompañamiento incondicional.
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[] Noticia: Roma endurece los trámites para casarse o romper un matrimonio.