El segundo festejo de la Temporada Chica en el coso de la colonia Noche Buena resultó un vilipendio tanto para el público que hizo una pobre entrada como para la misma plaza de toros.
Se lidiaron seis novillos de la ganadería De Haro, bien presentados, similares en tipo y que en general dieron un buen juego a excepción del primero.
El novillero poblano, Alfonso Mateos, que fungió como primer espada, tuvo detalles en sus dos astados, sobre todo con verónicas cadenciosas en su segundo enemigo. No obstante, lo que se le vio fueron grandes deficiencias en su técnica, con frecuentes desarmes por parte de los novillos y un toreo de piernas que a nadie gusta.
Es dable mencionar estos defectos, ya que el coleta poblano no es el único que adolece de estos, sino que es la constante en los novilleros mexicanos: algunos buenos muletazos para después ser desarmado y hacer la graciosa huída.
En realidad, esto fue lo menos criticable del festejo, que se celebró con constantes amenazas de lluvia, hasta que en el novillo corrido en quinto lugar se desató un verdadera tromba, y fueron pocos los aficionados que ante las inclemencias del tiempo, aguantaron de forma estoica en sus lugares, esperanzados en ver algún otro detalle de valor o arte.
Pero esa muestra de interés y respeto por la fiesta de toros fue respondida con desprecio por los otros dos novilleros.
El queretano Cristian Hernández, a quien según declaraciones dadas al diario Esto, “ya se le hacía tarde por regresar a la México ”, con su primer enemigo no pudo hacer más nada, y al tirarse a matar dejó media estocada con lo que no fue suficiente para que el novillo doblara; y en lugar de pasaportar al burel con la espada corta de descabello, de forma cínica prefirió escuchar los tres avisos, sin siquiera intentar algún golpe con la mencionada espada.
Y lo que resultó un verdadero baldón para la afición fue lo acaecido en el quinto de la tarde que también correspondió o por lo menos legalmente correspondía matar a este pretenso matador de toros. Porque lo que realmente sucedió fue que, debidamente picado y banderilleado el novillo, el joven Hernández se negó a lidiarlo con la muleta o por lo menos tirarse a matar; simplemente como lo hizo en su primero, dejó sonar los tres avisos para que la res fuera devuelta a los corrales, y entre el segundo y tercer aviso salió a cortarse la coleta, dando a entender que se retira de los ruedos de forma definitiva.
No faltarán los que defiendan al queretano y preconizarán su actitud, ya que “se necesita mucho valor para retirarse”, u otras frases banales y sin sentido. La realidad es que fue una cobardía lo hecho por este oscuro personaje, si se quería retirar lo hubiera hecho después de despachar a su segundo enemigo; los aficionados pagaron por verle lidiar dos bureles no por ver su habilidad para saltar las tablas, huir pavorosamente y finalmente cortarse el añadido. ¡Sujeto cobarde!
El tercer espada de este gris cartel, el poblano David Aguilar tuvo detalles en su primer toro, que toreó por naturales y algunos derechazos y que fue ovacionado en el arrastre.
Sin embargo, para no dejar inconcluso este rapapolvos, se debe comentar que al terminar la ausente lidia del quinto de la tarde, y ya que prácticamente había escampado, el poblano Aguilar se negó a torear al que cerraría plaza, so pretexto que el ruedo no estaba en condiciones por los grandes charcos que había dejado la lluvia. Solamente hay que recordar que en otros festejos, los monosabios han recurrido al aserrín para paliar los efectos de la lluvia, y que grandes figuras del toreo como el maestro Zotoluco, el colombiano César Rincón o el joven hidrocálido Arturo Macías han aceptado torear aún con el ruedo empapado y logrado grandes triunfos.
Hemos escuchado opiniones vertidas en el sentido que fue adecuado suspender el festejo, ya que de por sí la mayor parte del público había abandonado los tendidos. Que desafortunadas palabras, pues nos dan a entender que los aficionados que verdaderamente respetamos a nuestra fiesta y nos mantuvimos en los asientos no tenemos la mayor importancia.
Como buenos mexicanos preferimos dar privilegios a los que no tienen consciencias de las mínimas normas de cortesía. Ya lo decía el doctor Marco Antonio Pérez de los Reyes, en este país te citan una hora antes del suceso, ceremonia, etc. para que los impuntuales lleguen a tiempo y los que sí tienen respeto por el tiempo de los demás, que hagan lo que puedan en esa hora perdida.
Para concluir, cabe recordar al viejo paremiario, cuando se menciona que el hábito no hace al monje, pues en esta ocasión se hizo patente esta frase, porque en verdad vimos a dos individuos vestidos de payaso y no a dos jóvenes que tratan de convertirse en figuras del toreo, que fue lo que los aficionados teníamos la esperanza de ver y de forma cándida pagamos.
Imagen: Alfonso Mateos.