Su cara es la de una piña. Con la cara repleta de granos en la cara a causa de la viruela. Ese es Manuel Noriega. Y él, la semana pasada fue extraditado a Francia para cumplir una condena. Aquí va la historia.
En 1972, Omar Torrijos, general de brigada, fue nombrado constitucionalmente "Líder Máximo de la Revolución Panameña". Como presidente de ese país, impulsó la celebración de los acuerdos Torrijos-Carter, por los que se ponía una fecha límite a la presencia norteamericana en el canal de Panamá, en 1977.
En 1981, sufrió un extraño "accidente" aéreo al estrellarse su avión en contra de una formación montañosa.
Manuel Noriega, durante el gobierno de Torrijos, era el segundo al mando de la Guardia Nacional, él: se mostraba dócil al mando de Torrijos, al que había protegido después de un frustrado golpe de Estado mientras se encontraba en el hipódromo de la ciudad de México, donde competía un caballo de su propiedad.
A la muerte de Torrijos, Manuel Noriega se volvió la persona al mando en ese país. Negoció con narcotraficantes, les dio facilidades además, comenzó a imponer condiciones para el paso por el canal, dejando de lado a los empresarios que habían hecho fortuna con el tráfico de barcos por la zona. Todo eso mientras cumplía su papel como subordinado de Estados Unidos: asesinaba a líderes de izquierda, como Hugo Spadafora y se cuenta que: ejecutó en una noche de farra a los cinco o seis dirigentes principales del Partido del Trabajo, la organización marxista que agrupaba a universitarios e intelectuales progresistas del país.
Aunque tenía vínculos cercanos con la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, al final, fue derrocado por ese mismo país. En 1989, bajo la operación "Justa Causa", los norteamericanos entraron con 23,500 soldados para detener a Noriega, quien ya no era de su simpatía. Lo detuvieron, lo juzgaron, lo responsabilizaron por la muerte de Torrijos, y por narcotráfico y lo condenaron a 30 años de prisión reducidos a 17 por buena conducta, que ya cumplió.
El pasado 27 de abril fue extraditado a Francia en donde es acusado por lavado de dinero. En Panamá tiene pendiente otro juicio.
Carlos Ferreyra, concluye la nota a la que enlazamos de esta forma:
"Así paga el diablo a quien bien le sirve, diría la abuela."
[] Noticia: Cara’e piña: úsese y tírese
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