Dos acontecimientos recientes en la política mexicana nos dan cuenta de lo insulsa y obvia que es la opinión pública. Estos son el de los jóvenes asesinados en Cd. Juárez y las inundaciones en el área metropolitana. Cada vez que ocurre un hecho desgraciado para la "sociedad mexicana", se vienen las críticas en contra de la impericia de los gobernantes: "por qué no se previnieron estos acontecimientos", "cada año sucede lo mismo", " no se actuó a tiempo", "no hay coordinación" y demás. Esto es absolutamente cierto, pero lo realmente preocupante de este asunto es que ninguno de estos intelectuales y generadores de opinión de pública, han reparado en el hecho de que llevan años, décadas, diciendo exactamente lo mismo cada vez que ocurre. ¿Y para eso sirve la opinión pública?¿ Nos obliga a pensar o actuar de forma distinta?
El ejercicio periodístico es un ejercicio político. Duramente mucho tiempo, cualquier crítica al gobierno fue duramente atacada, periódicos fueron destruidos(el caso del Excélsior, en tiempos de Echeverría), y la autoridad tenía el control absoluto de la información que debía ser conocida por la población. No negamos que el periodismo actual sea objeto de otros mecanismos de censura y que siga habiendo presión por parte del gobierno para esconder ciertas noticias, pero podemos decir que ciertamente ha habido un avance en lo que se puede decir. Esto no es una generosidad, es más bien el reconocimiento de que las palabras y las denuncias por sí solas hasta el momento no han sido generadoras de un cambio en sus posiciones de gobierno. Podemos enterarnos de los altos sueldos de los funcionarios, de sus corrupciones y engaños, pero eso no mueve en lo más mínimo sus espacios de poder.
Si asumimos que el verdadero periodismo es político, en la medida en la que ha encontrado lo que realmente sucede en los círculos de gobierno para hacernos saber sus errores, que ha tenido que sortear dificultades para defender el derecho a la libertad de expresión y que en definitiva, y más importante, que toda esta búsqueda de la verdad no es un fin en sí mismo, sino que esa denuncia a final de cuentas va encaminada a romper con la impunidad( al menos sabemos lo que sucede) y a tratar de romper esos espacios de corrupción, entonces es tiempo de pensar cómo el periodismo puede encontrar otra forma de hacer política.
Sería interesante ver como el trabajo periodístico puede conjugarse con otro tipo de organizaciones para resolver problemas concretos. Por ejemplo, un reportaje sobre el de las maquilas (Lydia Cacho) , definitivamente genera consecuencias en la "opinión pública", se habla sobre el asunto, pero desafortunadamente se queda en el olvido. El periodismo es un principio de cambio, pero no puede hacerlo todo. Vivimos en una era transversal y multidisciplinaria. Es tiempo de que las organizaciones que trabajan en la dispersión, puedan unirse en una red para generar cambio.