La era en la que vivimos está dominado por lo fugaz, lo fragmentario por la falta de sentido y de creencia. Muerto Dios, ¿Quién ocupará su lugar ahora?, se ha cambiado la trascendencia celeste, por la inmanencia terrestre. Pero es una inmanencia sin fines, sin vida: vivir aquí, ahora, de forma fugaz y vanal.
Podemos observar como las nuevas generaciones han dejado de creer en lo divino, pero también han dejado de creer en lo humano. La indiferencia ante cualquier tema político o religioso es la característica.
Tomemos el caso religioso, como ejemplo, usando una nota del diario El Universal. En ella se menciona cómo se ha dado el paso de querer matar a dios: "si él no está muerto hay que matarlo," a la falta de interés sobre los temas religiosos.
En una era en la que la pluralidad y la relatividad son los valores más reconocidos , existe tolerancia hacia las creencias de las personas. Pero, es una lástima que esa tolerancia se haya convertido en una desgano total. La tolerancia ha creado un respeto indiferente hacia las creencias ajenas.
Esto es una consecuencia de la falta de sentido que caracteriza a nuestra sociedad, falta de sentido y de voluntad hacia los temas que están referidos a nuestra esencia como seres humanos, a preguntas básicas: ¿Qué es lo que somos? ¿Qué nos hace hacer lo que hacemos?
Es interesante observar que incluso pensadores considerados posmodernos, como Foucalt, Derrida y Deleuze en algún momento hayan considerado la necesidad de un estudio metafísico u ontológico( estudiar al ser en cuanto tal, sus principios y causas primeras), de otra forma, no con todas las pretensiones de universalidad, que llevan a la violencia o a la intolerancia, sino consciente de sus limitaciones.
Podemos observar como las nuevas generaciones han dejado de creer en lo divino, pero también han dejado de creer en lo humano. La indiferencia ante cualquier tema político o religioso es la característica.
Tomemos el caso religioso, como ejemplo, usando una nota del diario El Universal. En ella se menciona cómo se ha dado el paso de querer matar a dios: "si él no está muerto hay que matarlo," a la falta de interés sobre los temas religiosos.
En una era en la que la pluralidad y la relatividad son los valores más reconocidos , existe tolerancia hacia las creencias de las personas. Pero, es una lástima que esa tolerancia se haya convertido en una desgano total. La tolerancia ha creado un respeto indiferente hacia las creencias ajenas.
Esto es una consecuencia de la falta de sentido que caracteriza a nuestra sociedad, falta de sentido y de voluntad hacia los temas que están referidos a nuestra esencia como seres humanos, a preguntas básicas: ¿Qué es lo que somos? ¿Qué nos hace hacer lo que hacemos?
Es interesante observar que incluso pensadores considerados posmodernos, como Foucalt, Derrida y Deleuze en algún momento hayan considerado la necesidad de un estudio metafísico u ontológico( estudiar al ser en cuanto tal, sus principios y causas primeras), de otra forma, no con todas las pretensiones de universalidad, que llevan a la violencia o a la intolerancia, sino consciente de sus limitaciones.
Hablamos de las trampas de la posmodernidad. Existe una forma simple de afrontar la vida contemporánea. Es tiempo de cambiar la tolerancia y la indiferencia por un diálogo transformador.
Es claro que esto tiene sus matices, pero hay que decir, en suma, que habrá que cambiar esa actitud un tanto soberbia( que se manifiesta en la indiferencia) de quienes niegan cualquier religión, por otra que trata de entender y asimilar empáticamente que aquellos que tienen alguna práctica religiosa , (o cualquier tipo de fe) tienen un sentido, algo que los hace crecer como personas, y los lleva a preguntarse sobre sus fines en esta vida.
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