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domingo, 27 de mayo de 2012

Carlos Albert y el periodismo congruente.

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Supe de Carlos Albert  a inicios del dos mil dos; en ese tiempo él conducía el programa En fórmula con el deporte, perteneciente al Grupo Fórmula, a lado de los comentaristas Edgar Valero, Aldo Fernández y Jorge Murrieta. Ciertamente él había ganado mayor fama en el otrora CNI Canal 40 –ahora propiedad de facto del abyecto Ricardo Salinas Pliego- y en particular por la contienda periodística que mantuvo con el director técnico Ricardo La Volpe en ese mismo canal.

Desde hace muchas décadas Carlos Albert se ha caracterizado por ser un hombre de principios, con una tremenda consciencia social y preocupado por los problemas que agobian al país y lo tienen inmerso en un nauseabundo estado, como consecuencia de las componendas que a diario surgen entre facciosos grupos de poder. A partir de su época como futbolista, él luchó por mejorar las condiciones laborales de los jugadores, y como una extensión del formidable movimiento obrero intentó crear un sindicato, proyecto que fue aplastado por el perenne enemigo de los trabajadores. Con posterioridad y al igual que su padre –un conspicuo locutor y pionero en la radiodifusión en México- incursionó en los medios de comunicación. Aunque la razón que lo llevó por ese camino no fue la de seguir los pasos de su padre, sino la preocupación por cambiar a una prensa que denuesta su profesión y manipula la información.

Su trayectoria como periodista deportivo ha sido del todo monocorde, congruente. Él considera al fútbol como una actividad y filosofía que debe servir para un fin mayor, el de transmitir –aunque sea de forma velada-, valores como la honestidad, la justicia y la honradez. Y afirma: “Aprendí a darle su lugar a toda la gente. Soy una persona que me rebelo contra la injusticia.”

Estas líneas surgen del interés de hacer patente la loable trayectoria de Carlos Albert. Es por eso dable traer a cuenta cuatro episodios recientes, donde se refleja su firme convicción de tornar al país en un lugar de principios y coherencia.

Su consabida pendencia con Ricardo A. La Volpe, al que de manera constante ha llamado de forma abierta vividor y mentiroso. De forma específica durante la gestión del argentino como técnico de la Selección mexicana de fútbol y su craso fracaso en el Mundial de Alemania dos mil seis. El tiempo dio la razón a Carlos Albert, y aunque varios aun crean que fue un “proceso” exitoso, los datos duros desmienten la temeraria tesis. Pues lo cierto es que el argentino no cumplió los objetivos prometidos.

En la misma anualidad de dos mil seis y como consecuencia de las desaseadas (por decir lo menos) elecciones presidenciales, el licenciado Andrés Manuel López Obrador convocó a una manifestación permanente en el simbólico Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal. Esta bizarra decisión del candidato de izquierda, que atemperó la justificada rabia de los simpatizantes del movimiento y probablemente evitó conatos de violencia, fue atacada de forma pueril y áspera por la mayoría de los medios de comunicación. En esos días, Carlos Albert, en su programa ya mencionado de Grupo Fórmula, y en contra de sus compañeros de panel, defendió de manera vehemente el movimiento convocado por el candidato tabasqueño, y manifestó las fundadas dudas que existieron sobre el proceso electoral de ese año.

En el dos mil diez Javier Aguirre tomó por segunda ocasión la dirección técnica de la Selección mexicana, en esta ocasión para guiar al equipo nacional de fútbol durante el Mundial de Sudáfrica que se celebró durante ese año. El taimado VascoAguirre, sin haber satisfecho su voraz ambición con los millones de dólares que le pagó la Federación Mexicana de Fútbol, decidió colaborar con el ignominioso proyecto del deslegitimado gobierno federal y los dueños de la televisión,  nominado Iniciativa México. Con un discurso al estilo de los afamados libracos de superación personal, el Vasco arengaba a los mexicanos a quitarnos la pesada lápida de la derrota y “el sí se puede”, para transformarnos en exitosos empresarios que harían del país un lugar digno. El siempre cobarde Ciro Procuna ayudado con el nulo juicio de  Ángel García Toraño, -ambos colaboradores de la cadena ESPN- se hicieron comparsa del ruin técnico y ensalzaron el deleznable propósito con frases igual de frívolas que las pronunciadas por Aguirre. Tuvo que salir al quite Carlos Albert, y dignificar la figura del periodista crítico y objetivo, que no compra los espejos que los intereses políticos y económicos quieren venderle al mexicano. Declaró que “es una pena ver a Aguirre como un político en campaña, […] con sus discursos demagógicos sin fondo, que pretenden conmovernos pero que no nos aportan absolutamente nada”

Posteriormente el farsante Vasco Aguirre, sería desenmascarado por un sesudo periodista de La Crónica, Rafael Cardona, que en su columna de veintiocho de junio de dos mil diez, intitulada El triángulo roto, abundaría en la crítica al vulgar vodevil montado por el gobierno, la televisión y su títere-técnico. Concluía Cardona su colaboración: “Lo dicho, El Vasco es una basca.”

El último botón de muestra de la incansable trayectoria de Carlos Albert acaeció en días recientes, cuando con motivo del debate de los candidatos presidenciales, exhortó en su cuenta personal de Twitter a ver el debate y dejar de lado un partido de la liga del fútbol mexicano que se transmitiría de forma simultánea. Según conclusiones de Carlos Albert, esa actitud irritó a directivos y en particular al propietario –el  invariablemente abyecto Ricardo Salinas Pliego- de Televisión Azteca (que sería la cadena que transmitiría el partido en lugar del debate), y con el pretexto de condicionar las relaciones comerciales entre esa empresa y la diversa para quien trabajaba Carlos Albert, ESPN, decidieron rescindir el contrato laboral del periodista. Cabe hacer la acotación de que el fin de esa lucha –generar mayor interés en ver el debate en contraposición al fútbol- para algunos carezca de mérito o importancia, pero hay que recordar que para Albert, el fútbol y en general el deporte (probablemente influido por su educación marista) deben ser un medio que lleve a afianzar en el ser humano valores como la congruencia y la consciencia social. De ahí que él tuvo la firme convicción de rechazar abiertamente el fútbol y privilegiar el debate político.Es cierto, se preveía que el debate sería una farsa y no tendría mayor envergadura, empero no cabe duda que la actuación del periodista fue acorde a sus ideales.

Debe ser en extremo compleja una carrera profesional de la forma en la que la ha forjado Carlos Albert, siempre errante. Una lucha sin tregua por mantenerse enhiesto y en la línea de la congruencia. Que ha demostrado que el periodismo deportivo se puede hacer de forma seria y dignamente, sin caer en las actitudes bufas y serviles del “¡Vamos muchachos!” Se necesita temple a raudales para mantenerse tantas décadas firme en las ideas, sin desfallecer. Para finalizar, se transcriben algunas palabras de Albert en el marco de la entrevista que el primero de noviembre de mil novecientos noventa y cinco, realizó José Antonio Fernández.

“[…] Lo mismo siento que pasa con el periodista. El patrón siempre será el lector, el público. El dueño del medio te paga por tus servicios pero tu trabajo va orientado hacia el público, para quien tienes la obligación. El dueño del medio no te paga para que le des consejos, en tal caso serías su asesor personal. Por eso el periodista puede ser un transformador social por excelencia.”

De ahí que siempre he creído en el encomiable pundonor de don Carlos Albert. Un gran periodista.
Gutiérrez González Mauricio.

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