Supe de
Carlos Albert a inicios del dos mil dos;
en ese tiempo él conducía el programa En
fórmula con el deporte, perteneciente al Grupo Fórmula, a lado de los
comentaristas Edgar Valero, Aldo Fernández y Jorge Murrieta. Ciertamente él
había ganado mayor fama en el otrora CNI Canal 40 –ahora propiedad de facto del
abyecto Ricardo Salinas Pliego- y en particular por la contienda periodística
que mantuvo con el director técnico Ricardo La Volpe en ese mismo canal.
Desde hace
muchas décadas Carlos Albert se ha caracterizado por ser un hombre de
principios, con una tremenda consciencia social y preocupado por los problemas
que agobian al país y lo tienen inmerso en un nauseabundo estado, como
consecuencia de las componendas que a diario surgen entre facciosos grupos de
poder. A partir de su época como futbolista, él luchó por mejorar las
condiciones laborales de los jugadores, y como una extensión del formidable
movimiento obrero intentó crear un sindicato, proyecto que fue aplastado por el
perenne enemigo de los trabajadores. Con posterioridad y al igual que su padre –un
conspicuo locutor y pionero en la radiodifusión en México- incursionó en los
medios de comunicación. Aunque la razón que lo llevó por ese camino no fue la
de seguir los pasos de su padre, sino la preocupación por cambiar a una prensa
que denuesta su profesión y manipula la información.
Su
trayectoria como periodista deportivo ha sido del todo monocorde, congruente.
Él considera al fútbol como una actividad y filosofía que debe servir para un
fin mayor, el de transmitir –aunque sea de forma velada-, valores como la
honestidad, la justicia y la honradez. Y afirma: “Aprendí a darle su lugar a
toda la gente. Soy una persona que me rebelo contra la injusticia.”
Estas
líneas surgen del interés de hacer patente la loable trayectoria de Carlos
Albert. Es por eso dable traer a cuenta cuatro episodios recientes, donde se
refleja su firme convicción de tornar al país en un lugar de principios y coherencia.
Su
consabida pendencia con Ricardo A. La Volpe, al que de manera constante ha
llamado de forma abierta vividor y mentiroso. De forma específica durante la
gestión del argentino como técnico de la Selección mexicana de fútbol y su
craso fracaso en el Mundial de Alemania dos mil seis. El tiempo dio la razón a
Carlos Albert, y aunque varios aun crean que fue un “proceso” exitoso, los
datos duros desmienten la temeraria tesis. Pues lo cierto es que el argentino
no cumplió los objetivos prometidos.
En la
misma anualidad de dos mil seis y como consecuencia de las desaseadas (por
decir lo menos) elecciones presidenciales, el licenciado Andrés Manuel López
Obrador convocó a una manifestación permanente en el simbólico Paseo de la Reforma,
en el Distrito Federal. Esta bizarra decisión del candidato de izquierda, que
atemperó la justificada rabia de los simpatizantes del movimiento y probablemente
evitó conatos de violencia, fue atacada de forma pueril y áspera por la mayoría
de los medios de comunicación. En esos días, Carlos Albert, en su programa ya
mencionado de Grupo Fórmula, y en contra de sus compañeros de panel, defendió
de manera vehemente el movimiento convocado por el candidato tabasqueño, y
manifestó las fundadas dudas que existieron sobre el proceso electoral de ese
año.
En el dos
mil diez Javier Aguirre tomó por segunda ocasión la dirección técnica de la
Selección mexicana, en esta ocasión para guiar al equipo nacional de fútbol
durante el Mundial de Sudáfrica que se celebró durante ese año. El taimado VascoAguirre, sin haber satisfecho su
voraz ambición con los millones de dólares que le pagó la Federación Mexicana
de Fútbol, decidió colaborar con el ignominioso proyecto del deslegitimado
gobierno federal y los dueños de la televisión, nominado Iniciativa
México. Con un discurso al estilo de los afamados libracos de superación
personal, el Vasco arengaba a los
mexicanos a quitarnos la pesada lápida de la derrota y “el sí se puede”, para
transformarnos en exitosos empresarios que harían del país un lugar digno. El
siempre cobarde Ciro Procuna ayudado con el nulo juicio de Ángel García Toraño, -ambos colaboradores de
la cadena ESPN- se hicieron comparsa
del ruin técnico y ensalzaron el deleznable propósito con frases igual de
frívolas que las pronunciadas por Aguirre. Tuvo que salir al quite Carlos
Albert, y dignificar la figura del periodista crítico y objetivo, que no compra
los espejos que los intereses políticos y económicos quieren venderle al
mexicano. Declaró que “es una pena ver a
Aguirre como un político en campaña, […] con sus discursos demagógicos sin
fondo, que pretenden conmovernos pero que no nos aportan absolutamente nada”
Posteriormente
el farsante Vasco Aguirre, sería
desenmascarado por un sesudo periodista de La
Crónica, Rafael Cardona, que en su columna de veintiocho de junio de dos
mil diez, intitulada El triángulo roto, abundaría en la crítica al vulgar
vodevil montado por el gobierno, la televisión y su títere-técnico. Concluía
Cardona su colaboración: “Lo dicho, El
Vasco es una basca.”
El último
botón de muestra de la incansable trayectoria de Carlos Albert acaeció en días
recientes, cuando con motivo del debate de los candidatos presidenciales,
exhortó en su cuenta personal de Twitter
a ver el debate y dejar de lado un partido de la liga del fútbol mexicano que
se transmitiría de forma simultánea. Según conclusiones de Carlos Albert, esa
actitud irritó a directivos y en particular al propietario –el invariablemente abyecto Ricardo Salinas
Pliego- de Televisión Azteca (que sería la cadena que transmitiría el partido
en lugar del debate), y con el pretexto de condicionar las relaciones
comerciales entre esa empresa y la diversa para quien trabajaba Carlos Albert, ESPN, decidieron rescindir el contrato
laboral del periodista. Cabe hacer la acotación de que el fin de esa lucha
–generar mayor interés en ver el debate en contraposición al fútbol- para
algunos carezca de mérito o importancia, pero hay que recordar que para Albert,
el fútbol y en general el deporte (probablemente influido por su educación
marista) deben ser un medio que lleve a afianzar en el ser humano valores como
la congruencia y la consciencia social. De ahí que él tuvo la firme convicción
de rechazar abiertamente el fútbol y privilegiar el debate político.Es cierto,
se preveía que el debate sería una farsa y no tendría mayor envergadura, empero
no cabe duda que la actuación del periodista fue acorde a sus ideales.
Debe ser
en extremo compleja una carrera profesional de la forma en la que la ha forjado
Carlos Albert, siempre errante. Una lucha sin tregua por mantenerse enhiesto y
en la línea de la congruencia. Que ha demostrado que el periodismo deportivo se
puede hacer de forma seria y dignamente, sin caer en las actitudes bufas y
serviles del “¡Vamos muchachos!” Se
necesita temple a raudales para mantenerse tantas décadas firme en las ideas,
sin desfallecer. Para finalizar, se transcriben algunas palabras de Albert en
el marco de la entrevista que el primero de noviembre de mil novecientos
noventa y cinco, realizó José Antonio Fernández.
“[…] Lo mismo siento que pasa
con el periodista. El patrón siempre será el lector, el público. El dueño del
medio te paga por tus servicios pero tu trabajo va orientado hacia el público,
para quien tienes la obligación. El dueño del medio no te paga para que le des
consejos, en tal caso serías su asesor personal. Por eso el periodista puede ser un transformador social por
excelencia.”
De ahí que
siempre he creído en el encomiable pundonor de don Carlos Albert. Un gran
periodista.
Gutiérrez
González Mauricio.