Buena parte de los ricos de Rio jamás ha puesto un pie en Cantagalo, algo que busca cambiar un ambicioso proyecto comunitario: El Museo de la Favela, que quiere convertir el degradado barrio en un área atractiva para los visitantes.
Como una galería de arte que explotó en las calles, el museo está hecho de una serie de enormes murales que cubren 20 edificios, todos comisionados a artistas locales.
"Samba, capoeira, funk, todo lo que procede de la favela y la elite de Rio disfruta", comenta Sidney "el Tortuga" Silva, vicepresidente del museo y guía para los visitantes que se adentran colina arriba.
El proyecto busca reflejar la historia de la comunidad y darle voz a sus residentes. "En los momentos en que los vecinos bajan a trabajar, este distrito debería empezar a dar a conocer a sus habitantes y frenar la segregación", comenta Silva.
Se estima que el 20% de los ocho millones de habitantes de Rio de Janeiro vive en favelas.
Como muchas barriadas humildes, las favelas han sido un caldo de cultivo para la pobreza y la delincuencia, en la práctica dominados por narcotraficantes. Siempre fue el lugar donde sólo vivían los más pobres.
Las cosas han comenzado a cambiar recientemente. En 2009, las autoridades se propusieron alterar esa realidad enviando a algunas favelas las Unidades de Pacificación de la Policía (UPP).
Y, debido a que muchas están sobre colinas con maravillosas vistas sobre la ciudad y las playas, las autoridades han descubierto un destino turístico muy popular.
Pero el proyecto de Sydney Silva está un paso por delante. Dirigido por la comunidad en sí, el Museo de la Favela es un proyecto que dibuja las profundas tradiciones de la barriada para contar su historia, no sólo a los turistas, también a los brasileño.