La doctora Sara Sefchovich, aguda columnista del Universal, ha hecho mención sobre la problemática de los que comentan amparados por el anonimato del internet. Mención aparte merece la cuestión de por qué la doctora, conspicua columnista, parece tener una sensibilidad (no es la primera columna en la que aborda el tema) por aquellos que la critican de forma tan obtusa. Parece que sí le afecta y hasta trasluce cierto enojo.
Primero se refiere a los comentarios imbéciles que se han prodigado en los casos de “El Jefe” Diego, Paulette y la muerte de los Saba, para concluir la columna con el siguiente comentario: "Es mi opinión que los medios no deberían dejar hablar a los lectores que no se identifiquen plenamente [...] No creo que toda esa gente que tira la piedra y esconde la mano, merezca la oportunidad. Quien quiera decir algo, que saque la cara, […] Así sí se vale. Pero entonces veríamos que no son tan machos los muchos."
Según la doctora estos comentarios “no dicen nada que merezca la pena leerse y en cambio suman la prepotencia y grosería a la ignorancia y la mala ortografía”. Estamos de acuerdo. Por otra parte la doctora, al comentar la opinión de Teresa Priego, señala que “descalificar al otro nos alivia, nos permite ocultar y silenciar nuestros sentimientos de inadecuación y de envidia, nuestra precariedad emocional.”. Podemos añadir que si bien todos estamos enfermos, hay algunos que están muy, muy enfermos. La “precariedad emocional” de muchos ha encontrado en el internet un nicho seguro. En ese sentido, muchos comentarios se han vuelto una galería de tarados. Podemos revisarlos, de forma anecdótica:
“Por cierto que esta señora me recordó a María Antonieta, que cuando supo que el pueblo francés tenía hambre dijo: pues que coman pastelillos. Más tarde le llegaría su hora de frente al pueblo.” (Amén de que la comparación de la investigadora con la esposa de un monarca del siglo XVII no tiene sentido, ¿Por qué la doctora será víctima de una retribución popular?)
“[…] ella dice que hay que ser muy macho, primer problema y es de género, ¿dónde deja a la mujeres valientes? […]” (¿Por qué el deseo de argüir lo más irrelevante, respecto al uso de una frase popular?)
“Si usted no va a leer las críticas a sus comentarios, entonces para qué escribe, le mando cordiales felicitaciones por haber podido terminar una carrera y expresarse con propiedad. Si a usted no le interesa nuestra crítica, pues a nosotros no nos interesan sus publicaciones” (El autor debe leer a los que lo leen? ¿De dónde? ¿Por qué? ¿Qué necesidad de echarle en cara su mejor preparación? ¿Por qué la columnista tiene forzosamente que leerme y aprender de mí? ¿Acaso estoy demente y ansío la atención que no merezco? ¿Estoy solo, o en su defecto, ni mi familia me hace caso?)
“Muy nazista su propuesta, señora.” (Pedirle a un judío que lleve en sus ropas la estrella de David para poderlo identificar, eso sí es nazi. ¿Por qué las comparaciones ridículas? ¿Conozco lo que acabo de escribir? No sólo dije que es nazi; su propuesta es muy nazi. ¿Por qué digo estas cosas?).
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[] Noticia: Diego y los ciudadanos